14 octubre 2005

Arte y Automóvil: escenarios para una relación no tan proscrita.

En los últimos años algunas exposiciones han resaltado el papel del automóvil en el arte del siglo XX. En 1998 el Museo Solomon Guggenheim de Nueva York acogía una atípica exposición, titulada "The art of the motorcycle", que mostraba la evolución de la motocicleta, primer transporte autónomo mecanizado de la humanidad (25 años anterior al automóvil y 36 años anterior al avión), en una instalación diseñada por Frank Gehry. En 2000, "Garaje. Imágenes del automóvil en la pintura española del siglo XX", organizada por la Fundación Carlos de Amberes y la Fundación Barreiros, repasaba la presencia del automóvil en el arte español del siglo XX, como icono inspirador, como personaje, y como objeto de referencia. El pasado verano, el Museo de Bellas Artes de Boston acogió una exposición titulada "Speed, Style and Beauty", en la que se mostraba la colección de coches del modisto Ralph Lauren.


Las relaciones trabadas entre este nuevo objeto símbolo del mundo moderno, y el ancestral arte de las Vtilitas, Firmitas et Venvstas han ido y continúan yendo más allá del mero papel icónico en la pintura o la escultura. Más allá del papel de representado y reinterpretado, los coches también han pasado por ser soportes pictóricos, como en el caso de la colección de BMW de coches pintados por artistas contemporáneos. Desde el BMW 2002 pintado por Calder en 1975 hasta el Ligier de Fórmula 1 decorado por Hugo Pratt (el dibujante del cómic "Corto Maltés") en 1993, o el más reciente ensayo del diseñador Romero Britto sobre el nuevo Volvo V50, hay una larga e interesante lista de ejemplos en los que, lejos de ser un personaje dentro de una obra, el automóvil se convierte en el propio soporte para la obra de arte, pasando a integrarla.

Los ensayos directos del automóvil como soporte artístico o como personaje artístico, sin embargo, no son los únicos caminos por los que se producen estos encuentros. El automóvil, desde muy temprano, se convirtió en un objeto de diseño en el que identificar la moda y la vanguardia. Y por tanto vinculado estrechamente a los signos y los cambios estéticos, cuando no rector de ellos. Indudablemente, un objeto capaz de aunar tantas tensiones de tipo social, simbólico, estético y representativo, pronto debía mostrar estas influencias en el exterior.

El caso de Ettore Bugatti es un buen ejemplo en un momento paradigmático de la historia y el desarrollo del automóvil como objeto de diseño. El padre de la hoy mítica marca (a punto de ser resucitada por el grupo Volskwagen) vivió en un ambiente estrechamente vinculado con el diseño. Su padre, Carlo Bugatti, fue diseñador de muebles a finales del siglo XIX y principios del XX. Muebles no precisamente atados a la tradición, sino enrolados en la búsqueda de nuevas estéticas, en el marco de los múltiples ensayos de una estética moderna para un mundo moderno. Tanto, que hoy en día una de sus sillas puede verse en el Museo D'Orsay. Y también otro de los hijos de Carlo, al que llamó nada menos que Rembrandt, se adentró en el mundo de la escultura en bronce, aunque su carrera no fue especialmente destacada y desde luego breve, ya que se suicidó aún joven. Sin duda no fue esta inclinación la que llevó a Ettore a hacerse piloto y luego constructor de coches, pero desde luego si que esto influyó en el cuidado y detalle con que se diseñaron los modelos de la marca. Entre los míticos modelos, exclusivos y destinados a un público realmente señalado, el espectacular Bugatti Royale es una auténtica trasposición de un carruaje real, lleno de lujo y cuidado hasta el más mínimo aspecto, pero con varios cientos de caballos y capaz de lanzarse a casi 200 km/h. Otro de los nombres imprescindibles en la historia de Bugatti sería el Atlantic, un coche del que se fabricaron unas pocas unidades, una de las cuales es propiedad de Ralph Lauren, precisamente.

La historia del automóvil siempre se ha debatido entre fuertes impulsos provenientes del diseño industrial, como los avances del siempre inquieto Ferdinand Porsche, y las líneas creativas, captadoras y creadoras de moda de los diseñadores y carroceros, como Pininfarina, Giugiaro, Zagato, Bertone, o más recientemente Walter de Silva.

Aún en la actualidad, el aspecto estético e icónico del automóvil penetra intencionadamente en el mundo del arte y el diseño. Desde el Micra decorado por Jordi Labanda para el Salón de Barcelona de 2005 hasta el Mini Cooper adaptado y diseñado por Donatella Versace. Desde el colorista Polo Harlequin, comercializado a principios de los años 90, hasta los altavoces Bang & Olufsen diseñados para la nueva serie del Audi A8.

Y por supuesto, las campañas de publicidad gráfica y audiovisual de los últimos casi 20 años, de las que iremos hablando próximamente.

Los caminos son varios, pero parece claro que Arte y Automóvil tienen una relación más que esporádica durante el siglo XX. A esa relación iremos prestando atención y dedicaremos algunos ensayos en lo sucesivo. Para así analizar los puntos de encuentro entre dos de los elementos más influyentes y polémicos de nuestro tiempo.

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