12 octubre 2005

Catedrales rodantes para el siglo XXI

Los coches son las catedrales del siglo XXI.

Hoy en día el coche es mucho más que un medio de locomoción. Probablemente lo fue siempre, prácticamente desde el mismo momento de su nacimiento. Pero a principios del siglo XXI, apenas 110 años después de su nacimiento, se ha convertido en la referencia fundamental de nuestro tiempo. Ningún otro elemento material es un más claro símbolo de status social, acumula más que ningún otro producto una alta concentración de tecnología, lo cual lo convierte no sólo en un escaparate, sino en rector de tendencias; al tiempo es el elemento que rige el urbanismo de las ciudades, la unidad de medida que lo determina; y por último, quizá ningun otro objeto genera tal cantidad de creación, diseño y elaboración artística tanto en su diseño, como en su decoración, publicidad e incluso mejoramiento.

Esta identidad no casualmente ha sido reforzada recientemente por una auténtica delicia audiovisual, el último anuncio de Audi, que gira en torno al síndrome de Stendhal. En él, una serie de coches van apareciendo abandonados entre luces tenues y en mitad de ninguna parte, con las puertas abiertas, mientras una voz en off relata el mal sufrido por Stendhal en Florencia al percibir tan insoportable acumulación de belleza.

Sin entrar de momento en el análisis de las imágenes del spot, el contenido habla por sí mismo. En primer lugar la mención al Síndrome de Stendhal es, por sí misma, un auténtico hito en la publicidad. Tal referencia está directamente relacionada con el mundo de la literatura y el arte en el sentido más clásico y tradicional posible, y engranado en la corriente de sensibilidad extrema que, en la Europa de principios del siglo XIX, dio lugar al movimiento artístico y literario que se daría en llamar "Romanticismo". Mediante esta mención, se equipara a la iglesia de la Santa Croce, en Florencia, con el propio automóvil. El slogan final del spot aclara la identidad "A veces la perfección resulta difícil de soportar"

Un automóvil de lujo es hoy un elemento de tanto calado social, que queda en un completo segundo plano su carácter utilitario. Sin embargo nunca se ha olvidado por completo, desde la época de los Bugatti Royale, o los dorados años de Hispano Suiza, que un automóvil de lujo es también, en cierta manera, una obra de arte. O al menos de artesanía. En los catálogos de las marcas abundan las referencias a la artesanía, y aquello que, de una u otra manera vincula a la máquina (frío acero hecho por máquinas a su vez, y producto de diseño de ordenador...) con la mano del hombre. Tapicería de cuero hecha a mano, inserciones de madera de roble hechas a medida, diseño ergonómico pensado para cada usuario.

Por otra parte, dentro del mundo del automóvil cada vez se concede más importancia al acto del diseño, y al factor que aporta la creación individualizada del diseñador. A los viejos nombres míticos como Pininfarina, Giugaro o Bertone, se suma recientemente el nombre de Walter da Silva, como una referencia actual en la concepción de automóviles como objetos de diseño. Precisamente Walter da Silva, en el grupo Fiat dio lugar a diseños antológicos como el Alfa 147 y 156, y actualmente otras piezas para el grupo VAG como el Seat Ibiza. Eso incluso dejando de lado ese campo en el que el arte y el automóvil se cruzan irremediablemente, como en el caso de la colección de coches BMW pintada por artistas contemporáneos, como Warhol, Calder, Rauschenberg, Manrique o Stella.

El anuncio de Audi establece un puente público entre el arte más tradicional y el automóvil, en cuanto a creación intelectual. Pero también deja ver que existe otro hilo oculto, que tiene que ver con una faceta no evidente del mundo del arte: el factor simbólico de representación del poseedor y del constructor de la obra. La contemplación de un automóvil como objeto de diseño está todavía hoy totalmente interferida por el componente de status social que supone su posesión. De manera que el significante de poder está por encima de la cualidad artística o creativa. En ese sentido, el coche es un prefecto paralelo del simbolismo que las catedrales góticas tuvieron para los ciudadanos de su época y las posteriores (símbolo del poder hasta el punto de ser objeto de la ira de los revolucionarios franceses) trasladado a nuestro tiempo.

El carácter de los anuncios de Audi en TV, desde hace ya unos años, acerca más que nunca al automóvil a la obra de arte o de diseño, puesto que acerca en él la forma simbólica del status social a las características estéticas del bien y su creatividad en la realización. Concediéndole por tanto unas cualidades artísticas, y un valor simbólico en clave social. Y todo ello en el marco de una creación audiovisual, de la cual cabría analizar sus propias reglas y cualidades dentro del lenguaje de las imágenes. Como un holograma, en el que cada una de las pequeñas partes contiene la información completa del todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Celebro que te guste el blog, y especialmente que te guste este artículo, en el que he volcado parte del núcleo teórico de toda esta aventura cibernética.

Espero seguir recibiendo tus visitas y tus comentarios, y gracias por los halagos.

Saludos