04 septiembre 2006

Lo retro en el automóvil actual: 3.- El retorno de los brujos.


El automóvil, el mito y el objeto
La industria del automóvil no sólo es uno de los motores económicos del mundo (quizá el primero, si tenemos en cuenta la influencia del petróleo en la política internacional). Es además un perfecto mapa de la sociedad a lo largo del siglo XX, como sugería en la anterior entrega de esta larga reflexión. A lo largo del siglo XX ha habido docenas de coches que, para los aficionados, podrían denominarse como “míticos”. Y quizá otro día entraré en las implicaciones sociológicas y culturales de la palabra “mito” aplicada a un objeto de diseño. Pero no todos estos coches míticos (Pegaso Z-102, Ferrari 250 GTO, Auto-Unión V16, Bugatti Atlantic, Mercedes C-111, se aceptan sugerencias...) son conocidos por todo el mundo, y mucho menos todos ellos han significado algo en la sociedad más allá del mundo de los aficionados y de la técnica. La categoría de los coches “socialmente trascendentes” es decir, coches que introdujeron cambios (o fueron parte de ellos) sustanciales en la sociedad de su tiempo, es bien escasa. Esos coches que prácticamente cualquiera, en cualquier lugar del mundo, podría reconocer. En este listado están, por mérito propio, el Ford T, primer automóvil fabricado en serie y con vocación universal; el Jeep Willys y el Land Rover, que abrieron las puertas del progreso técnico a zonas de difícil acceso en los cinco continentes, aparte de motorizar a los ejércitos con un vehículo pequeño pero muy capaz (lo cual tuvo trascendental importancia en no pocos conflictos); el VW Escarabajo, cuyo nombre original Volsk wagen (coche del pueblo) lo dice todo acerca de su vocación; el Mini, primer proyecto solvente de mini-coche para las ciudades masificadas del futuro; el Ford Mustang, ejemplo de deportivo polivalente americano compacto atado a los conceptos de libertad, estatus, vitalidad... aún hasta hoy; a este iría asociada la versión europea del mismo, prácticamente contemporánea, el Porsche 911; el Fiat Cinquecento, versión mediterránea del Mini que llevó el coche a familias que nunca antes lo habían tenido; y por último el Range Rover, primer todo-terreno europeo con vocación de uso cotidiano y unos ciertos niveles de confort que lo ponían por delante de sus antecesores con origen militar (los dos mencionados, además del Gelandewagen, Mercedes G, que en cambio ha tenido una ejemplar adaptación a la vida civil). En cierta manera, se podría añadir un nombre más a esta lista, cuya importancia creo que debe ya ser reconocida: el Renault Espace, vehículo fundador de un camino que, a pesar de todas las similitudes, no es el mismo de las Volskwagen Caravelle (que son además una evolución del VW Beetle), y cuya importancia está a la vista hoy solo con salir a la calle y ver tantos y tantos monovolumen de diferentes tamaños y propósitos. En mi opinión, y salvo lapsus, aquí están todos los coches que han impulsado cambios o han sido parte protagonista de ellos en el siglo XX. Es decir, los coches que, como objetos de diseño, han tenido una trascendencia social más allá de su finalidad técnica.

Viejos coches para una nueva sociedad
En la sociedad del cambio del siglo XX al XXI, no tan simultánea y globalizada como se quiere hacer ver, (si es que alguna vez existió la globalización como fenómeno novedoso), nos encontramos en un cambio de ciclo evidente. Después del final de la Guerra Fría, que no deja de ser una consecuencia de las dos grandes guerras mundiales, los equilibrios de fuerzas aún no se han recompuesto, y el capitalismo ha desplazado a todas las demás alternativas posibles, creándose un sistema de control económico del mundo que es capaz de absorber cualquier propuesta, afín o ajena, y hacerla suya. Con una sociedad europea que vive en una burbuja económica, al borde del abismo permanentemente, pero que, por el momento, resiste. Es la sociedad del disfrute, de la negación y del rito. Del disfrute, porque, dado que el ahorro es una entelequia, los europeos han pasado de ahorrar para las futuras generaciones a vivir el presente sin pensar en más. De la negación porque el gran referente espiritual de los últimos quince siglos, la iglesia católica, ha ido desapareciendo cada vez más de la vida cotidiana, para refugiarse en la macropolítica, y esta “desclericalización” de la sociedad ha hecho perder el sentido a muchos de los comportamientos esenciales en el pasado. Y del rito porque, a pesar de (o precisamente por) haber desplazado a la religión como principal referente de conducta, parecemos querer atarnos a la ritualidad: las parejas jóvenes poco creyentes se casan por la iglesia por lo fascinante del rito, buscamos alternativas civiles a los ritos impuestos en el pasado por la iglesia (lo cual no deja de ser corto de miras) o, en su defecto, buscamos ritos de aspecto diferente pero fundamento similar en las siempre oportunas (ya desde Alejandro Magno) culturas y religiones orientales. Una sociedad, en definitiva, en búsqueda de nuevos referentes y objetivos, pero siempre bajo el telón de fondo del poder económico mundial, muy por encima de los poderes políticos. Lo cual quiere decir que, a día de hoy, son difíciles los cambios estructurales, y los referentes hay que buscarlos en el pasado más que crearlos desde la nada y hacia delante.

La traducción al mundo del automóvil es que, con la posible excepción del concepto Coupé – Cabriolet de techo duro retráctil (lo cual es más una novedad técnica que una nueva propuesta conceptual), desde el Renault Espace, en 1984, no ha habido una propuesta que incorporase un nuevo camino al automóvil que no existiera en absoluto antes, y tampoco que haya tenido una gran trascendencia en su implantación en la sociedad. Dicho de otra manera, probablemente desde 1984 no ha nacido ningún coche que merezca estar en la ilustre lista de más arriba.

Lo “retro” como nuevo referente: regreso al futuro
Probablemente por todo esto, las apuestas de las marcas en los últimos quince o veinte años, han estado más preocupadas de la recuperación de los viejos mitos del siglo XX que de atreverse a generar mitos nuevos. Si echamos un vistazo a las listas de ventas actuales, nos encontramos que en los últimos años han llegado reinterpretaciones, copias o recreaciones de la mayoría de estos coches a los que me refería más arriba. El primero en llegar fue el VW New Beetle, una apuesta del grupo VW más o menos segura, que, sin embargo, por razones que analizaremos más adelante, no ha tenido una respuesta en ventas como sería esperable dada la influencia de esas reconocibles formas redondeadas del Escarabajo en la sociedad actual. No mucho más tarde, y de la mano de una marca alemana, BMW, renació el MINI. Reinterpretando con bastante fidelidad las líneas del diseño de Issigonis, pero bien crecidito, el nuevo Mini lo ha tenido fácil para hacerse un hueco en los corazones de los nietos de los conductores del original. Y por supuesto, el nuevo Ford Mustang. Este es un caso excepcional, dado que nunca la denominación Mustang ha desaparecido de la producción de Ford, siempre manteniendo fresca la memoria del mítico Fastback de 1965, inmortalizado por Peter Yates en “Bullit” (1968) con la persecución más famosa de la historia. Sin embargo, ninguno de los diseños posteriores a la jubilación de aquella carrocería se había atrevido a recrear aquellas populares formas. Y en el cine americano desde entonces, nunca han dejado de aparecer los Mustang Fastback o descapotables de los años 60 con papeles principales, hasta la reciente “60 seconds”. Como si Ford esperase el momento de resucitar a la leyenda, y ese momento ha llegado ya. Al rebufo del éxito del Mustang, Chevrolet o Dodge se han animado a resucitar sus Camaro o Challenger, coches instalados en la memoria (o quizá nostalgia) colectiva de los estadounidenses. El último en llegar ha sido el nuevo Fiat Cinquecento (ahora llamado Seicento), recreando aquel coche que, entre Italia y España, se vendió por millones motorizando a todas las familias obreras.

El resto de los que mencionaba en la lista de más arriba, podrían sumarse a esta lista de alguna manera. El Land Rover (hoy Land Rover Defender, hace una década y media Land Rover Ninety), y el Mercedes G no han precisado de recreación ninguna porque, desde los años 50 el uno y desde principios de los 70 el otro, se siguen produciendo con la misma carrocería (con levísimos cambios). Es decir, que han llegado hasta nuestros días invariados, y no han necesitado de reinterpretación ninguna, presentándose hoy en día como dos raros ejemplos de longevidad en el acelerado mundo del automóvil. Y por último, el peculiar caso del Porsche 911. Desde 1964, el 911 ha mantenido un segmento de las ventas de Porsche (durante mucho tiempo el único) con una propuesta idéntica (motor trasero por detrás del eje posterior, tracción trasera), moderna en su tiempo pero que, con el paso de los años, se ha ido quedando en solitario. El 911 ha seguido siendo el mismo hasta hoy, aunque el actual no tiene absolutamente nada que ver (excepto el planteamiento) con el original. Es decir, que cada nueva versión (1975, 1988, 1993, 2000, 2006...) ha sido en realidad ya un remake del original, manteniendo el espíritu pero cambiando mucho, incluso a veces absolutamente todo. El caso del 911 es un perfecto ejemplo de la capacidad de reinvención que pueden tener los grandes referentes en el mundo del automóvil, eso sí, con una condición que es la clave del proceso: permanecer siempre fiel al espíritu del original.

El mítico Ford T, no ha tenido nunca una revisión. Ni probablemente la tenga jamás, por una cuestión fundamental: No se dan ya las circunstancias económicas y sociales de proyección del mercado y la industria que se daban en aquel momento. Desde hace tiempo se ensayan coches baratos (el último el Dacia Logan) que podrían encarnar lo que en su día fue el T, pero en ningún caso pueden suponer una revolución social (ni siquiera en países subdesarrollados) dado que, a día de hoy, los coches, mejores o peores, han llegado a todos los lugares del mundo, de manera que quien puede tener un coche mejor, lo tiene, y quien no puede tener un coche ni siquiera viejo, no puede tampoco tener un coche “barato”, por ejemplo en Africa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

leyendo todos y cada uno de los post que has hecho en cuanto a la revision del pasado y presente de los autos coincido en que lamentablemente para los amantes de la potencia en los autos, la industria automotor (sacando escasas excepciones) en lugar de evolucionar ha involucionado sacando autos porongas, economicos y redondos como huevos en lugar de sacar mas autos deportivos y poderosos
saludso
felicitaciones por tu blog por cierto
camaro.-

Luis Ortego dijo...

Muchas gracias Camaro, sobre todo por haberte tomado el tiempo de leer esta larga (y un poco densa) serie de artículos. Coincido contigo en parte, aunque creo que también ha habido avances interesantes en formatos de automóviles que no existían antes de los años 80. Sin embargo, ay, cualquiera querría tener, aunque solo fuese para salir a pasear el domingo, uno de esos poderosos Charger 440 R/T o un Chevelle SS...

Gracias una vez más, espero que continúes leyendome en la nueva dirección, que encontraras en la portada de esta misma web.

Saludos

Luis Miguel

ABAT dijo...

Los avances, como en cualquier otra area de la técnica, se agradecen. Eso sí, en el mundo del motor hay sutiles diferencias por aquello de las sensaciones que percibimos en nuestros sentidos. Los coches de antes suenan, huelen y se sienten distintos, no digamos ya los deportivos...

Un saludo y enhorabuena por el blog.