22 octubre 2008

Paleohistoria del automóvil: Herón de Alejandría


Si en el anterior post comentábamos el lejano origen de un elemento tan importante para la historia del automóvil como la junta Cardan, inventada por el polifacético matemático Girólamo Cardano, el personaje que nos ocupa hoy no es menos fascinante, y su invento es, si cabe, mucho más importante.

Probablemente habrán oído hablar de la Biblioteca de Alejandría. Fundada en la ciudad egipcia por el rey egipcio Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno, y puesta en verdadero funcionamiento por su sucesor Ptolomeo II Filadelfo gracias a la colaboración, entre otros, del poeta griego Calístenes. A Calístenes, entre otras genialidades, se le debe el hallazgo del término "Metafísica", al colocar los tratados filosóficos de Aristóteles en una estantería "Más allá de la sección de Física" (Meta ta Physycá). La Biblioteca de Alejandría (recientemente resucitada) se encontraba en el puerto de la ciudad fundada por Alejandro, junto al templo de las musas (Museoon), y en ella se acumularon docenas de millares de volúmenes con todo el saber del mundo hasta la fecha. La labor de recopilación de aquellos bibliotecarios fue árdua pero al tiempo apasionante, y por ella pasaron desde Aristóteles a Galeno para consultar muchos de los tesoros que contenía. Era tal el amor de aquellos rectores por la literatura y la sabiduría, que en una ocasión pidieron prestado a los atenienses un ejemplar de sus clásicos del teatro, que sabían que tenía anotaciones al margen de autores relevantes, con el fin de hacer una copia. Los atenienses pidieron como fianza 30 talentos de oro (una auténtica fortuna que da idea del valor del libro para sus poseedores). Los alejandrinos, después de haber copiado el libro, devolvieron la copia a los atenienses quedándose con el original, y no reclamaron la devolución de la fianza. La biblioteca tuvo una historia repleta de avatares, y destrucciones parciales. Una de ellas tuvo lugar cuando, en plena guerra entre César y Marco Antonio, éste refugió sus naves en el puerto de Alejandría, y César, furioso, ordenó quemarlas. El incendio se propagó por parte de la ciudad, destruyendo una parte sustancial de la biblioteca. Por último, y para no aburrir, creo que es también fascinante (especialmente en clave de actualidad) la historia del general musulman Amr Ibn Alas, que capitaneó la expansión del Islam por el norte de Africa. Cuando Amr llegó a Alejandría, se encontro una fabulosa cantidad de libros todavía en la biblioteca. Amr, que era un militar pero a la vez un tipo culto de raíz grecorromana y con un gran respeto por el libro y la sabiduría, mandó una misiva a Utmam, el tercero de los Califas Electivos, preguntándole qué hacía con los libros. Y Utmam, que era probablemente un exaltado con mucho menos mundo que Amr, le ordenó que los quemase, porque si decían lo mismo que el Corán eran supérfluos, y se decían algo distinto eran heréticos.

Pues bien, en el marco de la Biblioteca de Alejandría hubo otro personaje fascinante, ingeniero y filósofo, que pudo haber cambiado el curso de la historia. Este era Herón de Alejandría. Herón, a partir de los tratados de Arquímedes, y de su propia experiencia testada en diversos experimentos, llegó a fabricar varias máquinas autómatas, como la Aeolípile, que se movían a sí mismas usando el principio de la máquina de vapor. Es decir, Herón estuvo a las puertas de inventar la máquina de vapor (que luego dió lugar a nuestros motores de explosión), dieciocho siglos antes que Watt. La trascendencia de este invento, si se hubiese llegado a aplicar tal y como luego sabemos que se hizo, hubiese cambiado totalmente la historia de la humanidad, produciendo un desarrollo tecnológico que es imposible imaginar dónde hubiese conducido.

Herón experimentó con los efectos del vapor de agua y su poder de desplazar masas, y con ello diseñó algunos autómatas que no sabemos si se llegaron a llevar a cabo. Lo que sí sabemos es que el tratado de Neumática de Herón causó fascinación durante siglos, y probablemente fue recogido en la gran Bayt al Hikma (casa de la sabiduría) del culto califa Harun as Raschid (el de las "Mil y una noches"), en la Bagdad del siglo IX. Entre tanto, el emperador bizantino Teófilo (829 - 842), se mandó construír un trono con unos autómatas destinados a impresionar a los que se plantasen ante él.

El invento de Herón no pasó en la época de ser una atracción de feria, y un divertimento para especuladores de la física. Por qué no tuvo más implantación es algo fácil de entender en clave de antigüedad: en un mundo movido por la única fuerza motriz de los animales y los esclavos, a nadie le preocupaba ahorrar esfuerzos ni crear máquinas que pudieran trasladar a una persona con mayor rapidez que un caballo. Lo importante era la representación, o incluso cuántas personas llevan la silla de mano del emperador, pero no tanto el desarrollo mecánico. No obstante, no deja de ser fascinante la historia de Herón, y resulta un ejercicio tan ficticio como sugerente pensar qué hubiera sucedido si en el siglo I d.C. alguien hubiese desarrollado la máquina de vapor y la hubiese aplicado al mundo del transporte.

Quizá si hay una cuarta parte de "Regreso al Futuro", Zemeckis deba plantearse incluir a Herón en la historia...

* La foto es un grabado de la Aeolipile de Herón según una edición de su tratado del siglo XVI

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