03 noviembre 2008

Los antecedentes ideologicos del radiador del Rolls Royce


En 1962, seis años antes de morir, Erwin Panofsky concluyó el tercero de los ensayos que en 1995 fueron publicados por primera vez (por el MIT, por cierto) bajo el título genérico “Tres ensayos sobre el estilo” (En España Sobre el estilo. Tres ensayos inéditos, Paidós, 2000) El tercero de ellos “Antecedentes ideológicos del radiador del Rolls Royce” es, a la vez, un maravilloso ejercicio de erudición por parte del profesor Panofsky, un jocoso divertimento intelectual de reelaboración y, también, un magnífico ejemplo de que en la Historia del Arte los temas están ahí, y sólo precisan de una mirada inteligente que sepa verlos.

El maestro de Hannover nació en 1892, y por tanto desde el primer minuto pudo ver el desarrollo de un elemento novedoso en el mundo que cambiaría nuestra sociedad: el automóvil. Pero él mismo, como historiador, pronto pudo comprobar que, en aquellos primeros momentos, estaba claro que aquel artefacto, el automóvil, era más una evolución de los coches de caballos que un nuevo elemento ajeno y sin antecedentes culturales. En realidad lo que nosotros llamamos “nacimiento del automóvil”, no es sino la transformación de los milenarios carros de caballos, que llevaban en la cultura indoeuropea varios milenios, en carros de caballos “sin caballos”. Y eso explica la prolongación de algunas actitudes, tendencias, propuestas estéticas y estructurales de los modernos automóviles de principios de siglo. Panofsky, de espíritu curioso y mente privilegiada, se caracterizó siempre por una capacidad asombrosa para vislumbrar la estructura de las propuestas estéticas y sus más profundas raíces culturales y sociales. Esta consciencia probablemente dió lugar a este artículo como un divertimento y un reto: poder entrever si en el más relevante icono del mundo moderno, el automóvil, se podían rastrear inercias y tradiciones estéticas y culturales del pasado "pre-tecnológico".

El radiador del Rolls Royce era como una flor abierta para esa incansable abeja que era la mente del maestro. Un frontal que recordaba de forma evidente a las fachadas de los templetes clasicistas le sirve para conectarlo con el Neopaladianismo, para poner sobre la mesa nombres como Burligton, Campbell o Adam, y para establecer una interesante dialéctica entre el jardín versallesco y el inglés. Los templos clasicistas en medio de las controladas forestas de las islas británicas pronto se convirtieron en signo distintivo del arte inglés del siglo XVIII y XIX. El "Spirit of ecstasy" (Vulgo "Emily") del escultor modernista británico Charles Sykes, tiene para Panofsky un parentesco evidente con las "gryllas" y "bufonerías" que decoran los libros medievales góticos desde el "Libro de Kells" hasta el psalterio de Rutland (todas ellas tan bien reproducidas e integradas en la magnífica película "El nombre de la Rosa") y su presencia sobre el "frontispicio" del Rolls desde 1911 es un guiño, aparte de un elemento apotropáico, protector, de la más larga tradición universal.

El maestro alemán vivió los últimos años de su vida en la década en la que el automóvil dio el salto mediático y de popularidad, para convertirse en el icono absoluto del siglo XX. Probablemente Panofsky contemplando el fascinante Aston Martin DB4, o viendo el incalculable poder de atracción de coches como el Ford Mustang, o el Chevrolet Corvette, objetos de deseo, recordó la anécdota de Goya, quien, cuando fue nombrado pintor del rey, se encargó un coche de caballos nuevo, pero dado el potencial económico que le otorgaba su ascenso, se lo mandó encargar a Inglaterra, donde se fabricaban carros más compactos, elegantes... y rápidos.

Panofsky, un historiador a caballo de la tradición y la más voraz renovación en su disciplina, plantea intrínsecamente en este texto uno de los ejes constantes en su obra: que los “temas” en Historia del Arte y en cultura no dejan de repetirse nunca, transmitiéndose de siglo en siglo pese a los cambios en las formas. Ya lo había hecho con su imprescindible “Renacimiento y Renacimientos en el arte occidental”, en el que demostraba que el Renacimiento italiano fue el más exitoso, pero no el único, de los intentos de occidente por recuperar una cultura y arte clásicos. También su denso pero riquísimo “Estudios de iconología” se adentraba en el mundo contemporáneo a través de la pervivencia de la iconografía de saturno como prefiguración asociada al tiempo y lo perecedero. Y por supuesto el exuberante “Saturno y la melancolía”, escrito al alimón con otros dos monstruos de la historia del arte reciente, Fritz Saxl y Raymond Klibanski, en el que demuestra la justificación de una obra de Durero en la más profunda de las tradiciones astrológicas y médicas de la antigüedad. Panofsky podía ver temas donde nadie los intuía, por eso su “La perspectiva como forma simbólica” es un libro fundacional e imprescindible para cualquiera que aspire a tener una percepción precisa y madura de cualquier manifestación artística. Y lo valioso de sus obras es que, leídas diez, treinta o sesenta años después, siguen manteniendo un carácter actual y visionario que pocas obras científicas tienen.

"Antecedentes ideológicos del radiador del Rolls Royce" es sólo un juego. Que sienta sus pies a caballo de dos mundos aparentemente lejanos, pero que de la mano de un gran maestro de la cultura y el arte del siglo XX, están evidentemente en contacto.

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