03 noviembre 2008

El "Lingotto", el oro de Fiat y los ladrones ingleses


La factoría de Fiat en Turín es uno de los iconos de la Italia contemporánea, del motor, y de todo lo que lo rodea. El "Lingotto" es un gran prisma, en su día la fábrica más grande del mundo, en cuyo techo, a seis grande plantas del suelo, se ubica una pista de pruebas de 2'4 km de largo y 24 m de ancho. Un edificio glosado por Le Corbusier, cantado por los futuristas, e inmortalizado para el cine y la publicidad por la película de Peter Collinson "The Italian Job" (1969). Demos una vuelta por la pista de pruebas más asombrosa del mundo.


La pista de pruebas construída por Giaccomo Matte – Trucco en lo alto de la planta de producción de Fiat en Turín es a día de hoy, sin ninguna duda, un icono de la ciudad en el exterior. Matte-Trucco era esencialmente un ingeniero, al que Giovanni Agnelli le encargó, después de quedar fascinado por las plantas de Ford en Estados Unidos, una factoría que fuese la envidia del mundo. La obra de Matte - Trucco, construída entre 1916 y 1923, fue rápidamente adoptada por los Futuristas como "La primera obra futurista construída en el mundo", y no resultaba difícil imaginar por qué (ver un dossier PDF de 1934 aqui). Aunque el arquitecto no estaba implicado en el Movimiento Futurista, la gran aportación de Italia a las vanguardias históricas que redibujaron el panorama del arte en el mundo hasta la Segunda Guerra Mundial, el Futurismo fue un movimiento esencialmente italiano. Los futuristas, para siempre vinculados al encendido manifiesto publicado por el poeta Filippo Marinetti en “Le Figaro” en 1909, glosaban las bondades de la modernidad, haciendo del maquinismo un nuevo icono de la belleza. Y en aquel éxtasis futurista, Marinetti parió aquella metáfora hiperbólica tantas veces aludida, de que es más bello un automóvil rugiente con sus tubos cromados al sol, que la Victoria Alada de Samotracia. Pero en el otro “Manifiesto Futurista”, el enunciado por el arquitecto Antonio Sant’ Elia, había mucho más de concreción y de formulación de un nuevo mundo, porque se trataba de concebir, con todo el delirio y el entusiasmo arrogado a la capacidad del progreso, las ciudades de un futuro que todos trataban de imaginar cómo sería. Por eso consideraron el "Lingotto" y su pista de pruebas un paradigma del futurismo. El edificio, después de que la producción cesara en 1982, fue rehabilitado por Renzo Piano, el arquitecto del Centro Pompidou de Paris, para instalar en él un gran centro cultural que alberga, entre otras cosas, la pinacoteca de la familia Agnelli.

Pero la historia le reservaba aún más protagonismo a este edificio. En 1969, Peter Collinson dirigió una fresca y divertida comedia que se desarrollaba en Turín, “The Italian Job”. Una serie de ladrones de guante blanco ingleses (con algo de italianos en su forma de vivir) preparaba un gran golpe con el que hacerse ricos. Se trataba, nada menos, de robarle cuatro millones de dólares de oro a la Fiat en Turín. No al ayuntamiento de Turín, ni al estado italiano, sino a la Fiat, que en aquel momento era una empresa boyante gracias a las ventas de sus minicoches, entre ellos el Fiat 500. El ideólogo del plan, un aristócrata presidiario inglés devoto de Su Majestad la Reina Isabel, consigue involucrar a un dandy seductor, Charlie Crocker (fascinante Michael Caine), y a una serie de especialistas, para dar el gran golpe en Turín, provocando un caos de tráfico a través del colapso de su sistema informático, por aquel entonces el más complejo de Europa. El “hacker” que se encargará del pirateo es... ¡¡¡ Benny Hill !!!, un informático inadaptado obsesionado con el trasero de las señoras gordas. Y el medio para escapar por las intrincadas y estrechas calles de Turín, es precisamente el archienemigo de la fábrica italiana en aquellos momentos, y a la vez el orgullo del imperio británico, le gran obra de Alec Issigonis, que le valdría ser nombrado Sir es... es...: El Mini.

Y ahí nació un nuevo icono de la cultura contemporánea. El Mini sin “The Italian Job” sería un poco menos relevante, sin ninguna duda. Pese a que para entonces ya había ganado el Rallye de Montecarlo dos años consecutivos (1964 y 1965) la película mostraba una larga secuencia de los tres minis (blanco, azul y rojo, los colores de la bandera británica) escapando de la policía turinesa con las más cómicas tretas y técnicas. Y el bautismo del Mini en la gran pantalla, se escenificó... En el “Lingotto”. En un momento de la persecución, los Minis suben a la pista de pruebas de Fíat y allí dan algunas vueltas perseguidos por los coches de policía. La larga secuencia de la persecución, que se puede ver aquí en Youtube, es desde luego una de las mejores de la historia, y demuestra que una secuencia con coches no tiene que ser necesariamente realista para ser trepidante y atractiva, incorporando planos novedosos que han sido después repetidos hasta el infinito.

“The Italian Job”, que es aparentemente una comedia sin demasiadas pretensiones pero divertida y fresca, tiene una clave en segundo plano que es evidente y fácil de ver. El robo de los ingleses a la Fiat, usando los Minis en Turín, y además dando vueltas a la pista del “Lingotto”, es una clara escenificación de la pugna entre Fiat y British Motor Leyland por la supremacía del minicoche europeo en los años 60. Una forma divertida y atrevida de escenificarlo, ciertamente, en la que se insertan los coches ingleses, la apasionada forma de vida italiana, y el gran emblema de la Fiat y del Futurismo, la pista de pruebas del “Lingotto”. El "remake" de 2003 de "The Italian Job", una nueva versión al servicio de la promoción del nuevo Mini, hasta el punto de que el propio logotipo de la marca está en la portada de laweb oficial de la película, trasladaba la acción a Los Angeles, así que el lingotto perdió su protagonismo.

Los planos de "The Italian Job” con los coches corriendo por la pista se han convertido también en cierta manera en un icono de la cultura contemporánea, y parece que Fiat se ha tomado la revancha varias décadas después con el anuncio del Fiat Punto que se puede ver ahora en TV, en el que tres coches (uno rojo, otro verde y otro blanco, los colores de la bandera italiana) corren por la pista de pruebas y por las calles (vacías) de Turín. La potencia visual de la pista de pruebas del "Lingotto" es tal que es difícil resistirse a retomar su silueta para unos u otros eventos. Y desde luego, su relevancia arquitectónica ha sido muy amplificada por la película de 1969 para convertirlo en un icono "Pop". Eso sí, cabe preguntarse si el hecho de que esas curvas parabólicas de la pista Fiat de Turín estén para siempre vinculadas a tres "Mini" con los colores de la bandera inglesa, no deja de ser la consumación del gran robo de los ingleses a la fábrica italiana: el robo de la imagen de su gran estandarte.

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