17 agosto 2009

Intervalo 582, y el Pegaso 102 de Boltaña



Bajar desde Broto hasta Boltaña y Ainsa es siempre un placer por una razón u otra. Me gusta conducir, me relaja, me calma, a pesar de todo. La bajada desde el desvío de Buesa hasta Sarvisé, los llanos de Planduviar, la inquietante paz de la ribera del Ara a la altura de Lacort, Lavelilla y Jánovas (por fin vuelven a verse tierras labradas), o las enrevesadas curvas del estrecho de Jánovas, en las que vale la pena mirar de reojo a la imponente sinclinal de la orilla derecha, donde crece el té de roca... Es como un baile, una coreografía en la que danza uno con el paisaje, a veces paloteao, otras veces Vals, o la contradanza nocturna, como aquella oscura noche de julio subiendo desde Ainsa...

Así que cuando leí que el colectivo Intervalo 582 exponía sus escultura en el Hotel Monasterio de Boltaña, y que entre sus obras había algunas basadas en la carrocería del mítico Pegaso Z-102, decidí que valía la pena un paseo para ver la propuesta, además en un escenario tan imponente y sugerente como Boltaña y su Hotel Balneario Monasterio.

Las crujías del claustro del monasterio, pasillos del hotel hacia las habitaciones y zonas de convivencia, así como la piscina, albergan hasta el próximo 19 de Agosto la exposición "Distancias", que muestra las esculturas del colectivo Intervalo 582. Formado por Alfonso Vaquerizo, Jesús Blancas y Pedro Verón, los Intervalo 582 dicen buscar la realización de sus intereses comunes en el campo de la escultura, aunque explorando áreas bien diferentes e interesantes del mismo. En el caso de Vaquerizo y Blancas, tanto la geometría como los espacios y volúmenes sugeridos, en la forma o en el concepto, para llegar a piezas conseguidas tanto en madera, como en piedra o materiales compuestos,q ue resultan en ocasiones muy interesantes, aunque siempre también recordando inevitablemente las experiencias visuales junto a Oteiza, Chilida, etc. Por otra parte, estaba el hecho de que estos tres artistas se presentasen como un "colectivo", o grupo artístico, un fenómeno relativamente habitual en los años sesenta y setenta en Aragón (y toda España), y menos frecuente en la actualidad, y sobre el que había trabajado ya hace unos cuantos años en el catálogo de la exposición "Kalos y Atenas: arte en Zaragoza, 1963 - 1979".

Sin embargo, no es esta la razón que me trajo hasta Boltaña para ver esta exposición, sino la inesperada presencia de un buen número de maquetas, creaciones y piezas en torno al Pegaso Z-102 que traía entre sus obras Pedro Verón Navarro. Presentadas en una vitrina como una colección de miniaturas, las creaciones en torno al mítico deportivo Pegaso Z-102, y su variante Touring Thrill, resultaban, como mínimo, una curiosidad en el entorno cargado de obras de arte más o menos convencional. Mucho más arropado y sugerente resultaba en cambio el modelo a escala de la carrocería de un Z-102 que se exponía en los jardines, junto a algunas de las demás obras esculltóricas de la exposición, y al que el potente bloque de la recepción del monasterio, y un olivo arrugado, ofrecían un marco muy atractivo.

¿No es una provocación o incluso una herejía traer unos cuantos coches a escala a una exposición de arte? Por un lado, creo que las cualidades escultóricas de las carrocerías están fuera de toda duda. Un volumen de carácter funcional pero que pretende transmitir algunos valores inmateriales mediante las formas plásticas (dinamismo, elegancia, solidez...), algo que, por tanto, está en el centro mismo de la definición de escultura. Pero además de las cualidades físicas y de volumen, creo que no es ninguna baladronada otorgarle a algunas de estas piezas (las carrocerías) un valor artístico, por sus adecuadas proporciones, por su real capacidad para transmitir estos valores mencionados, o por la fidelidad con la que transmiten información acerca de la sociedad que las creó a partir de sus formas plásticas.


En cualquier caso, las esculturas y pequeños montajes de Pedro Verón tienen una explicación que radica en su pasión por los automóviles clásicos. Verón es uno de los socios fundadores del recién creado Club Nacional Pegaso, una asociación cultural cuyo propósito es dar a conocer el patrimonio, la historia y la importancia de la marca Pegaso y, según ellos mismos afirman, especialmente de sus coches. Y quizá no por casualidad, junto con Pedro Verón Gormaz se dedica a realizar recreaciones de las diferentes carrocerías del Pegaso Z-102 y 103, así como algunas otras del "bisiluro" de competición, en Pevel's cars. Y son estas algunas de las piezas que se muestran en la exposición de Boltaña, junto con una interesante recreación de un Pegaso Thrill, carrozado por Touring, que es la que da la bienvenida a los visitantes.

Aparte de las maquetas a escala, que poco aportan desde el punto de vista artístico más allá de la reproducción de las carrocerías originales, las composiciones escultóricas en las que aparecen modelos formando parte de una materia escultórica que se modela en forma de placa, en ocasiones con un caracter monumental evidente. La conjunción de las curvadas y bien proporcionadas formas del Pegaso unidas a la materia ruda y un tanto informe que le sirve de plataforma, resultan particularmente sugerentes en la placa que muestra al Z-102 Saoutchik semihundido en diagonal en la placa que lo soporta. Aunque con un acabado diferente, es inevitable recordar el hermoso Alfa Brera presentado por el Centro Stile Alfa Romeo a la muestra MiArt en Milan en marzo de 2007.



Aunque quizá colocadas en la peor posición posible dentro de una vitrina de aire rústico, estas placas resultaban lo más interesante relativo al Pegaso en el interior del edificio, teniendo en cuenta que la pieza más llamativa y atractiva era la recreación de la carrocería del Thrill en el exterior. A pesar de que Verón se refiere a la carrocería del Thrill como un proyecto que podría llegar a terminarse como una maqueta con ruedas, lo cierto es que la carrocería desprovista de sus ruedas, y simplemente anclada al suelo por la propia gravedad aparece aún más interesante, mostrando con más pureza sus líneas, pero además revistiéndose de un sentido que admite muchas lecturas en torno a la paradoja del coche varado, o de las formas dinámicas establecidas firmemente en el suelo.

El resto de las esculturas de Verón exploran de algún modo la composición de las formas en el espacio, casi siempre de un modo dinámico. El alabastro "Un caracol me guió", con sus formas orgánicas intersectadas por otras geométricas, o "Sinuosa altura en technicolor", una interpretación colorida de una de las torres mudéjares de Calatayud, representan diferentes interpretaciones de un "tema" muy similar al del Pegaso.

La presencia del Pegaso en una exposición de caracter desenfadado y fresco como esta no deja de resultar una curiosa aparición más del automòvil como elemento de inspiración artística, algo que viene sucediendo con frecuencia entre un buen número de artistas de diferentes concepciones pero para los que, en todos los casos, el automóvil cruza en uno u otro lugar sus razonamientos plásticos. Sin embargo, una vez más la potente estética de las formas visuales del automóvil, y su intensa carga semántica en nuestra sociedad, hacen que esta anecdótica reunión adquiera un caracter más solemne y que merecía ser mencionado aquí.

* Para ampliar información sobre Pegaso y sus deportivos, dos excelentes historias online:

- http://www.pegasoqueestasenloscielos.es/

- http://www.pieldetoro.net/z/pieldetoro/0pegaso.asp