20 abril 2010

Working car hero. Los coches humildes en el cine

Tradicionalmente la aproximación a la relación entre automóvil y cine ha estado siempre dentro del marco de una historia de las persecuciones geniales o escenas espectaculares, cuando no un mero listado de coches célebres en películas célebres. Algunas visiones no obstante se han alejado de este enfoque, como los artículos de Eric Mottram o David Pascoe en el imprescindible "Autopía: Cars and Culture", o algunos de los siempre interesantes textos de Santiago García Ochoa, en España. Entre ellas se encuentra, abordando el tema desde un planteamiento diferente, la que modestamente aportamos en 2008 junto con Luis Antonio Alarcón, en el artículo "Sueños cromados. El automóvil en el cine a través de sus géneros" (Laberintos nº 17), analizando la presencia y el papel del automóvil en la construcción del lenguaje cinematográfico de los géneros.

Precisamente quizá porque el interés de los estudiosos y el público siempre se ha centrado en los grandes vehículos y las secuencias más espectaculares y memorables, da la impresión al revisar las inefables listas y clasificaciones de coches famosos en la historia del cine, que nunca hayan existido los coches modestos en la pantalla, o en cualquier caso que nunca hayan tenido un papel relevante en las películas. Y sin embargo, nada hay más lejos de la realidad. Los coches modestos, los que, en un juego de palabras, he denominado "Working Car Hero", pueblan de manera abrumadoramente mayoritaria los planos de las películas, porque sin ellos no existiría la verosimilitud en la pantalla. Simplemente como un reflejo de la realidad. Pero no sólo eso, sino que en muchas ocasiones los coches más humildes, han protagonizado momentos memorables de la historia del cine y, en cualquier caso, merecen que les dediquemos un poco de nuestra atención. De la misma manera que la historia del arte Románico no es solamente la historia de las grandes catedrales, o que en las grandes pinacotecas no sólo hay obras de Goya, Velázquez, Rembrandt o Van Eyck, la historia del automóvil dentro del cine, no sólo se puede contar con corvettes, mustangs, lamborghinis, ferraris o "astonmartins" (o como se conjugue el plural de Aston Martin). Sirva pues este artículo como modesta aproximación a una materia que requiere mucho más tiempo y profundidad en su estudio.

Aquellos cómicos en sus locos cacharros

Aunque sea simplemente de forma testimonial, no cabe un repaso a la presencia de los coches modestos en la historia del cine sin referirnos al cine mudo. Y precisamente a algo que, cualquiera puede reconocer y que, si se quiere, se podría mencionar como las primeras persecuciones filmadas. Se trata de los coches que aparecían en las películas cómicas de golpes, caos y situaciones absurdas que genéricamente solemos llamar "Slapstick". Aquellos coches que eran capaces de partirse por la mitad para esquivar a un guardia de tráfico y volver a juntarse pocos metros más allá, las máquinas que contribuían a, en un segundo, crear el caos de la manera más hilarantemente cómica y enredada, rara vez tenían apellidos ilustres. Los primeros Ford, Oldsmobile, etc fueron protagonistas de tantas disparatadas escenas de películas cómicas que se podría decir que son una parte esencial del género. Películas como "A days Pleasure", de 1919, con Charles Chaplin, "Get Out and Get Under", de 1920, con Harold Lloyd, o "Perfect Day", de 1929, con Stan Laurel y Oliver Hardy, tienen al automóvil como centro de sus aventuras y enredos.

En "Get Out and Get Under", no por casualidad el coche protagonista es un Ford T. Rodada en 1920, para aquellos años el Model T era ya una leyenda de la historia de la automoción, puesto en servicio en 1908 (es decir, en producción desde hacía 12 años nada menos), y al que le quedaban otros 9 hasta que finalmente fuese retirado. El T es el coche que motorizó a Estados Unidos, con aquella famosa premisa de Henry Ford de "producir coches que sus empleados pudiesen comprar". La rebaja de los precios y el auge de la compra "a crédito" (una de las causas de que el crack de 1929 fuese tan dañino en EEUU, dicho sea de paso) hizo que el automóvil pasase de ser un signo distintivo de adinerados industriales o nobles a ser algo al alcance de las personas más corrientes. Harold Lloyd es, en esta película, un hombre corriente que pretende usar su apreciado Ford T para ir a representar una función amateur de teatro. Las peripecias que el bueno de Lloyd vivirá hasta que consiga llegar a su destino son toda una desternillante sucesión de golpes, confusiones y caos. Seguramente la larga serie de penalidades que pasa el personaje de Lloyd en esta película tienen un importante componente de parodia hacia el "hombre corriente" que se deja tiranizar con gran gusto por un automóvil que le causa más problemas de los que le resuelve. Y el que sea un Ford T, el coche que democratizó la automoción, el elegido, sin duda tampoco es casual. Así que "Tin Lizzy" y Harold Lloyd hacen algo más que una buena pareja cómica, y en esta película se puede ver algo más que una buena muestra de "Slapstick"

Y es que en el fondo este rol de máquina caótica no es injustificado, ya que en los primeros años de su evolución, particularmente durante la última década del siglo XIX y la primera del XX, los coches fueron fuente inagotable de conflictos dentro de la ciudad, incidentes y accidentes, por cuanto la sociedad no estaba todavía preparada para la masiva utilización de los mismos en las calles. Sólo hay que echar un vistazo a la prensa de la época para darse cuenta de cuántas situaciones cómicas (y no pocas trágicas) depararon los automóviles en las ciudades del cambio de siglo. O, si se prefirere, disfrutar con el humor somarda de Wenceslao Fernández Flórez en "El hombre que compró un automóvil", de 1932.

Addenda: Por supuesto, la nómina de coches modestos causantes de toda clase de situaciones cómicas no se limita al cine mudo, aunque probablemente en él ya se exploran la mayoría de las características generales que luego perdurarán en el tiempo. Los vehículos con características un tanto extravagantes sirvieron con asiduidad para caracterizar a personajes cómicos, como el Morgan que el personaje de Peter Sellers conduce en "El guateque" (The Party, Blake Edwards, 1968). A pesar de aparecer muy poco en pantalla, la secuencia de la llegada del protagonista al párking de la casa donde se celebra la fiesta, y las peripecias que vive para poder salir del coche son (como casi todo el resto de la película) memorables. Más recientemente es inevitable citar dos casos muy populares en la televisión en los que coches más o menos modestos se hicieron protagonistas de la comedia. Por un lado, el BMW Isetta que en "Cosas de Casa" (Family Matters, 1989) se asociaba al patoso y un tanto empalagoso Steve Urkel para saltar a la fama como el coche extravagante a la altura del personaje. Y por otro lado, uno de los cómicos más celebres de las últimas décadas, Rowan Atkinson y su personaje "Mr. Bean", que en sus andanzas se ve permanentemente acompañado de un Mini (Aunque en la serie aparecen dos diferentes, el negro y verde es el más visto) que vive toda clase de aventuras y sufre las manías absurdas de su dueño como en el sistema de seguridad para el cierre de las puertas. Ambos son ejemplos de esta asociación de coches más o menos humildes pero con características de diseño que los hagan muy reconocibles o incluso extravagantes, con personajes cómicos, tanto en el cine como en la televisión. Por supuesto hay muchos más ejemplos, pero creía conveniente mencionar estos dos para establecer un puente entre el "Slapstick" y la comedia contemporánea.



Vestido para trabajar.

Uno de los principales roles de los coches modestos en la historia del cine es, precisamente, el de hacer verosímiles las historias en aquellas películas que tienden hacia el reflejo más fiel de la realidad. Y esto no es siempre lo habitual, ya que durante mucho tiempo no fue habitual que las historias que contaban las películas incluyesen con demasiado realismo las preocupaciones de las clases más humildes de la sociedad. Y en el caso del cine americano, simplemente el reflejo de la clase media era el de una distorsionada economía que, entre los años 50 y mediados de los 70, ostentaba un nivel de vida (y por tanto de los automóviles que poblaban las calles) que en otros países era difícil de alcanzar incluso para los acomodados. No obstante, por un lado las historias relacionadas con los despertares de la juventud (como "Rebelde sin Causa", 1955), así como algunas historias realmente comprometidas, como la adaptación que John Ford hizo de "Las uvas de la Ira" de Steinbeck, traían a la pantalla a coches no necesariamente símbolos de un estatus muy elevado. Precisamente en "Las uvas de la ira", el propio Steinbeck dedicaba un capítulo entero a la descripción del sórdido movimiento de compra y venta de herrumbrosos cacharros por parte de los campesinos del medio oeste en su agónica migración hacia la costa de California. En adelante, el cine americano creará sus propios estereotipos para los coches más humildes de la pantalla, siguiendo las tendencias de la propia sociedad americana. El coche de quien trabaja en el medio rural, un Pick Up, más destartalado o más brillante cuanto más queramos reflejar el carácter del personaje en un sentido u otro. Los coches familiares, inmensos "break" con inserciones de madera en los laterales, y en fechas más recientes monovolúmenes de diferente cuño. A partir de finales de los años 60, pero especialmente después de 1973, veremos que, en ocasiones, alguno de los cónyuges, generalmente la esposa, posee un pequeño coche, generalmente japonés, siendo un predilecto el Honda Civic. Pero quizá el Honda Civic más "cool" de la historia del cine no es precisamente el coche de una ejemplar ama de casa, sino el automóvil en el que el sonado boxeador que Bruce Willis interpreta en "Pulp Fiction" usa para volver a su casa a buscar el famoso reloj que el capitán Koons le había dado cuando era niño, como recuerdo de su padre fallecido en Vietnam (con un impagable relato de cómo el finado había conseguido guardar el reloj durante su cautiverio en la selva)

Esta multiplicación caracteriológica de los coches familiares se reviste en ocasión de gran significado, como en el caso de la VW Bus de "Pequeña Miss Sunshine" (2006), un viejo recuerdo de la época hippie del matrimonio que sirve como escenario para el reencuentro de un espacio colectivo y común para la familia, desestructurada hasta el rocambolesco viaje que centra la película. No por casualidad, el coche de la esposa es un Mazda Mx-5, algo que no puede estar más alejado de un coche para la familia ni de un práctico utilitario, representando de manera clara el individualismo que ha invadido la vida de las familias con el paso de las décadas, hasta el punto de que el único coche en el que pueden viajar todos juntos es una vieja reliquia de más de tres décadas. Todo un manifiesto acerca de la evolución de la familia media americana. Pero incluso el cine europeo nos dejará destellos de interés en torno a los coches más modestos. Sin que sea plenamente representativo, pero sí sintomático, cabe mencionar el Citroën BX del protagonista de "Hoy empieza todo" (Bertrand Tavernier, 1999), al que le sucede algo que es raro de ver salvo en películas del género de terror o suspense: pincha una rueda. Algo tan prosaico, en una película de vocación tan realista, aumenta varios grados la relevancia de que el coche del profesor sea un coche tan corriente como un BX, ubicando al automóvil en el mismo nivel de realismo y vulnerabilidad ante la realidad que a su protagonista, cosa que raramente sucede cuando el automóvil en cuestión es un potente o imponente coche que parece por encima de estas pequeñas derrotas cotidianas.

Addenda: Es obligado al hablar de coches modestos puestos en situaciones heroicas y concretamente sometidos a persecuciones, quiza ningun otro ha sido tan heróico como el pobre Plymouth Valiant de "El diablo sobre ruedas" (Duel, S. Spielberg, 1971). El coche discreto de un gris comercial, David Mann, que recorre las carreteras del interior de Estados Unidos realizando su trabajo en soledad, y que se ve envuelto, sin razón aparente, en la lucha por la misma supervivencia frente a un monstruo de caracteristicas apocalípticas como es el herrumbroso Peterbilt que corre a 160 km/h. El Valiant, con sus dimensiones de coche tipicamente americano, era ademas el hermano americano del Dodge Dart que se hizo popular en España a caballo de los '60 y '70. Pero si los Dodge importados por Barreiros resultaban aqui coches de gran tamaño y ampulosos, el Valiant en Estados Unidos no pasaba de ser un corriente coche de familia con un motor discreto (que causa tantos disgustos al protagonista de "Duel") y muy alejado de los coches mas apreciados del momento en el país, los abrumadores "muscle car" y "pony car". El Valiant cumple perfectamente la misión de identificar al espectador con el personaje perseguido. Un coche corriente y un hombre corriente en una situacion corriente que se torna por momentos dramáticamente desespersda. A propósito de este planteamiento reflexionaba Hitchcock cuando explicaba las razones para escoger gaviotas para "Los pajaros" ya que este animal, al no estar cargada de connitaciones negativas como el cuervo, producía una mayor angustia en el espectador al presentarse como amenaza. En "Duel" sucede igual, el camión corriente que apenas puede moverse se convierte en la pantalla en un veloz mónstruo que amenaza al hombre corriente con su Plymouth corriente, mostrándose en paisajes y situaciones que muchos espectadores reconocerían haber vivido.

Pero en el listado de los coches humildes (en este caso cabría el término "achacosos") en la historia del cine, en el que caben docenas y docenas, no estaría completo si no incluímos uno de los más altos ejemplos de caracterización del personaje a través de su automóvil. Un personaje aparentemente descuidado y torpe. Algo despistado algunas veces, inoportuno incluso. Un personaje que viste una gabardina vieja y achacosa, como él. Efectivamente, pocos coches han contado tanto sobre el personaje que los conduce desde su humilde origen como el Peugeot 403 de 1960 que el Teniente Colombo paseó durante décadas en su serie para televisión. Un ajado y sucio Peugeot descapotable, que es digno de su desastrado propietario, y que le caracteriza magistralmente. Quizá la gabardina tuviera más fama, pero el Peugeot 403 es, sin duda, otros de los atributos principales de un personaje tan emblemático de la cultura popular occidental.





Héroe por accidente

No obstante todas sus virtudes como catalizador y diálogo entre el cine y la realidad, quizá el papel en el que más se recuerda a los coches modestos de las películas es, precisamente, aquel en el que adoptan un rol impropio de su humilde origen. Me refiero, claro está, a los coches humildes envueltos en situaciones especiales, generalmente persecuciones, en los que adquieren una relevancia clave en las películas.

En este aspecto, el admirado cine policiaco francés de los años 60 y 70 dejó un buen número de secuencias memorables, con las célebres (y algo sobrevaloradas) secuencias de persecuciones en películas con Jean Paul Belmondo, por ejemplo. El Fiat 124 Special T de "El furor de la codicia" (1971), o el 131 Supermirafiori de "El profesional" (1981). Y, por qué no mencionarlo, algunas de las que Bud Spencer en los zapatos (Zapatones) del comisario Rizzo nos dejó, como una atropellada carrera por las calles de Nápoles tras un Lamborghini Espada, a bordo de un Fiat 130 coupé, o un prosaico Alfa Giulia Ti de la policía tras una moto, en "Piedone, lo sbirro" (Zapatones, 1973).

Estas "películas de persecuciones" a la europea dejaron su huella, particularmente en el cine francés. Recientemente, "Taxi", en la que un modesto Peugeot 406 se convierte en protagonista absoluto de la película, o incluso "Ronin" nos deleitan con carreras y secuencias espectaculares de coches para nada instalados en el olimpo de la automoción, como un Citroën XM o un Peugeot 406. Pero esta tendencia se mantuvo como puente durante los años ochenta, con ejemplos como la divertida persecución entre un inmenso Mercedes Clase S y el humilde Peugeot 205 GTX de Christopher Lambert en "Subway", de 1985.

Pero quizá ningún "Working car hero" ha sido más "hero" que el pobre taxi Renault 11 que James Bond toma prestado para una de sus persecuciones por Paris en "Panorama para matar" (John Glen, 1985). En esta película, Bond, que en este caso estaba interpretado por Roger Moore, debe perseguir a la exótica Grace Jones (que después protagonizaría una célebre campaña para el Citroën CX), antes de que sea recogida por el maloso Max Zorin (Christopher Walken). Para ello, requisa un taxi Renault 11, y se lanza a la carrera. La persecución es probablemente una de las más memorables, aunque no particularmente realista, de los años 80, y en ella el pobre 11 pierde el techo, los bajos y... ¡hasta la parte trasera! cuando es mutilado por la embestida de un Renault 20. Abajo podréis encontrar el enlace al vídeo de la persecución en Youtube, para poder ver cómo un modesto taxi se convierte, por accidente, en un héroe en las manos de James Bond.

Visitantes del este exterior

Sin embargo, en mi galería particular de "Working car heroes", hay uno que ocupa el lugar más elevado, el predominante. Quizá por haber vivido de cerca durante un buen puñado de años el mundo del 4x4, o por la extraña ternura que me producen las series de la Europa del este producidas en los años 70 y 80. Pero para mí no hay un sólo caso de coche modesto convertido en protagonista y estrella, que se pueda comparar con la maravillosa excentricidad de hacer una máquina del tiempo con... un Lada Niva. Nada menos que dos años antes de que Zemeckis hiciera la máquina del tiempo con más clase de la historia, en 1983, una producción checoslovaca (que raro resulta escribir este gentilicio a estas alturas), "Los visitantes" (Navstevnici), hacía a unos humanos del año 2484 viajar en el tiempo hasta 1984 para tratar de evitar un desastre que acabará con la tierra, ya que un asteroide amenaza con colisionar con su superficie. El proyecto Adam 84, pretendía mandarlos hacia atrás en el tiempo con una máquina que los hiciera pasar desapercibidos, y que les sirviera de referencia. Un Lada Niva fue el elegido, desde el cual los visitantes del futuro podrían analizar nuestro mundo, venidos desde un futuro de gran avance tecnológico. Un futuro en el que todo el mundo era calvo (como dice el proverbio) y en el que comían alimentos sintetizados en una gelatina, que al más glotón de los científicos no terminaba de convencer en comparación con los alimentos de finales del siglo XX.

Cómo un Lada Niva puede convertirse en un artefacto interestelar o en una máquina del tiempo lo podréis contemplar en el vídeo que enlazo abajo. Se trata de un fragmento de la serie en la que los dos Lada Niva que aparecían, uno blanco y otro azul, parecen representar un spot de Lada (lo cual probablemente habla de cómo el coche llegó a ser un personaje más de la serie). La secuencia no tiene desperdicio, con una estética que está entre "Power Rangers", "La Fuga de Logan", y la versión televisiva de "Crónicas Marcianas", la novela de Ray Bradbury (que se había rodado poco antes que "Los visitantes"). Y en ella, el pequeño coche ruso muestra bien de lo que es capaz cuando lo cogen por banda unos ingenieros del siglo XXV...

Es necesario recordar que el Lada Niva, que en España tuvo un razonable éxito de ventas, se puede considerar como un antepasado directo de muchos de los actuales todocaminos, solo que mucho más adaptado al campo. Su chasis era autoportante cuando todos los demás todoterrenos (Patrol, Land Cruiser, Montero, Range Rover, Land Rover 90 y 110...) llevaban chasis de largueros y travesaños, y además el Niva tenía suspensión independiente a las cuatro ruedas y tracción total permanente con el diferencial central bloqueable manualmente. El pequeño Niva, aún celebrado por los aficionados al 4x4, era, junto al Suzuki Samurai, un matagigantes en las zonas más complicadas, aunque sufría de cierta delicadeza mecánica. De manera que aunque hoy nos parezca un coche anticuado y que incluso mueve a la burla, el Lada fue un todoterreno planteado con grandes dosis de sentido común y una visión que se adelantó un par de décadas a su tiempo, y de la cual el único paralelo de la Europa occidental se podría considerar el efímero VW Iltis. De la serie "Los visitantes" se emitió en una sola temporada en 1983 (en España algo más tarde) pero el recuerdo del Lada Niva interestelar es imborrable y suficiente como para que esté justificado revisitar tantas y tantas películas en las que humildes coches destinados a las clases medias o menos pudientes se convirtieron, por obra y gracia de la magia del cine, en héroes por accidente.



Pero en cualquier caso esta pequeña revisión símplemente pretende plantear algunas líneas sobre las que probablemente seguiremos trabajando, pero que considero que merecen ser debatidas y comentadas con los lectores de este blog y visitantes ocasionales. Al fin y al cabo, si bien las largas derrapadas y profundos aullidos de los Mustang, Challenger, Camaro, Corvette etc nos han hecho soñar en el cine en muchas ocasiones, estoy seguro de que a menudo un simple Seat 124, un humilde Renault 5 o un modesto Ford Escort nos han arrancado una tierna sonrisa en cualquier escena inesperada de una película. Porque si en los otros encontrábamos los sueños, en estos hallamos la identidad. Y siempre es especial verse reflejado en una película de cine.


Coda: Sin que la intención de este artículo sea convertirse en un Wiki acerca de coches modestos en el cine, ya que de hecho no es exhaustivo sino más bien una selección de casos de interés, si los lectores quieren comentar o comunicar secuencias o películas en las que los coches más modestos tengan su protagonismo, será un placer compartir esas informaciones en los comentarios. Gracias

* Persecución de "Subway", con el Peugeot 205 GTX, en Youtube:



** Persecución de "Panorama para matar", con el Renault 11, en Youtube:



*** El Lada Niva de "Los Visitantes" en Youtube: