26 octubre 2008

El 8 de septiembre el nuevo BMW Art Car: BMW H2R por Olafur Eliasson

El decimoséxto BMW Art Car está a punto de ser desvelado.
En 2005, BMW encargó a Olafur Eliasson la decoración de un BMW H2R para que pasase a formar parte de la colección de Art Cars. Ahora, en una exposición que se inaugurará el 8 de Septiembre y durará hasta el 13 de Enero de 2008 en el San Francisco Museum of Modern Art, se podrá contemplar el coche.
El MOMA de San Francisco dedicará dos exposiciones al artista danés Olafur Eliasson. Una, Take your time, se compone de una serie de instalaciones con interesantes investigaciónes del artista en torno al color y el espacio, creando espacios sugerentes e irreales, una de las características de su obra. La otra, Your Tempo, es la que se dedicará a la exhibición del BMW H2R intervenido por Eliasson.
Al parecer en esta ocasión nos enfrentamos a algo más que un BMW con la carrocería pintada, y el H2R parece más bien ser aquí el centro de una instalación con componentes arquitectónicos, pictóricos y con elementos de videoarte. Del H2R de Eliasson sabemos que está congelado en una sala que se acompaña de una proyección de vídeo en la que pueden contemplarse fases del trabajo del artista en torno al encargo de BMW. La incorporación del vídeo en estos términos es algo relativamente habitual, pero al parecer mucho más tentador en el caso de los automóviles, como ya comentamos en el artículo dedicado a Camilo Pardo.
Eliasson es uno de los artístas más relevantes de su generación, del que probablemente se recuerde especialmente el espectacular sol artifical instalado en la Tate Gallery de Londres, aunque sus investigaciones con la luz y sus posibilidades plásticas han dado en ocasiones instalaciones y obras menos accesibles al gran público.
Habrá que esperar al 8 de Septiembre, pero parece que el BMW H2R de Eliasson promete un giro muy interesante en la evolución de los BMW Art Cars y de la propia relación de BMW con el arte, a la que dedicaremos algún nuevo artículo en esta misma semana.
* Via: www.virtualcar.it

Richard Estes en el Thyssen. El color del coche con el que miras

El arte contemporáneo es un fenónemo complejo e intenso que, sin embargo, se percibe entre el público ajeno como algo permanentemente al borde de la farsa y revestido de actitudes y estructuras elitistas. La hegemonía del arte conceptual y abstracto entre las creaciones del siglo XX, a veces llevado a la categoría de tiranía estética, ha hecho que pocas opciones artísticas diferentes hayan podido llegar al gran público, aparte del Pop Art. Una de ellas es el "Hiperrealismo", o "Realismo fotográfico", y uno de sus principales representantes es Richard Estes, del cual puede verse en Madrid, en el Museo Thyssen, una exposición hasta el 19 de Septiembre, formada con fondos particulares, algunos del propio museo, y otros de la Galería Marlborough e incluso del Guggenheim de Nueva York.
Los cuadros de Estes, en su aparente honestidad visual, muestran una realidad fragmentada, a veces dificil de comprender, con vistas intersectadas por cristales en los que se reflejan objetos que están fuera del cuadro, juegos de refracciones que descomponen y vuelven a componer la imagen, haciendo a veces de la inocente imagen de un escaparate un laberinto repleto de retruécanos y trampas visuales. En este escenario, las grandes ciudades tienen su máximo protagonismo, y dentro de ellas, los cuadros de Estes se sirven del automóvil permanentemente.
El automóvil en Estes es a veces un actor más del cuadro, como capturado sin darse cuenta, y presentado rodeado de la ciudad y sus habitantes. En otras ocasiones es el punto de vista, como en las series pintadas "desde el autobús", e incluso en ocasiones, cuando cobra el máximo protagonismo, es a través de los reflejos de la luz sobre el automóvil cuando tenemos acceso a una realidad deformada por las propias formas de los capós y lunetas.
Los automóviles son un permanente elemento en la obra de Estes, y en la exposición del Thyssen podemos ver entre el paisaje urbano los Peugeout 504, BMW serie 3, VW Beetle, Toyota RAV4 o incluso Plymouth Belvedere formando parte de la vida de la ciudad. Sin embargo, desde el punto de vista artístico, la propuesta que más impacto y repercusión ha causado de entre la obra del pintor, son las escenas urbanas reflejadas en los capós de los coches, como la célebre "Flatiron Building Reflected in Car with Figure in Bus", de 1966, o "Broad Street NYC", de 2003. Esta fórmula, imitada por el cine y la fotografía en docenas de ocasiones, no deja de ser el hallazgo de una potente imagen, una forma de representar una realidad de forma fiel, pero al tiempo sugerente, inquietante y deformada. No obstante, entre los reflejos provocados en los cuadros también aparece el automóvil fragmentado, viendo como su figura se duplica, desvanece o descompone. El caso probablemente más interesante es el de "Telephone Cabinets", en el que uno de los célebres "Yellow Cab" de Nueva York descompone su imagen en docenas de planos y reflejos frente a las plateadas cabinas, aunque el pintor deja que, finalmente, percibamos de qué objeto se trata al dejarnos ver la trasera del taxi en el extremo izquierdo del cuadro. Por último, dentro de la preocupación general y de la visualización de un problema del mundo moderno, se muestra "Car Wreck", un lienzo con un pavoroso accidente de tráfico que por un lado recuerda a la polémica serie de fotografías de Warhol, y por otro tiene una inquietante belleza y serenidad.
El "Hiperrealismo" se sirvió a menudo de los coches no sólo para explorar las posibilidades extremas de la pintura a la hora de representar texturas y efectos lumínicos, sino porque se desarrolla a partir de la segunda mitad de los años 60, el momento en el que, en Estados Unidos y en Europa, el automóvil alcanza su máximo apogeo como icono de la modernidad y símbolo del progreso, así como su extensa panoplia de cualidades como indicador social, tanto colectivo como individual. En este sentido, las obras de Don Eddy son otro ejemplo complementario a las impecables creaciones de Estes, en las que el automóvil es a veces incluso más protagonista.
El hiperrealismo se enmarca dentro de una reacción neofigurativista ante la hegemonía casi dictatorial de las propuestas estéticas de la abstracción, llevadas al extremo en casos célebres como el Neoplasticismo de Mondrian y Rietveld, la abstracción lírica de Pollock o el informalismo matérico de Tápies. Sin entrar en demasiados detalles, no es menos cierto que el "Hiperrealismo" a nivel de público no especializado, ha sido interpretado a menudo como una alternativa "lógica" a la compleja construcción teórica de los nuevos lenguajes del siglo XX: el hiperrealismo es "pintura" de alta calidad, porque reproduce la realidad en su máxima fidelidad. Volviendo, en el fondo, a la grecolatina separación entre "Ars" y "Techne", entre arte y técnica. Este planteamiento, en cambio, está lejos de comprender la raíz última del "Hiperrealismo", cuyo fin no es tanto mostrar la realidad "tal cual es", sino una realidad inteligente y sofisticadamente adulterada, sirviéndose para ello de la más precisa técnica pictórica. Es un engaño para el ojo, y por ello debe ser preciso. No es una ventana al mundo, porque el ojo no ve como el cuadro propone, y el encuadre mismo, ya resulta, como en el cine documental, una toma de postura del artista frente a la realidad, que la convierte en subjetiva. Una propuesta extremadamente interesante, representativa del arte contemporáneo, y que se encuentra instalada, como imagen o como propuesta, en el inconsciente colectivo.

BMW y la arquitectura. De Karl Schwanzer a Zaha Hadid


En la serie que dedicamos hace un par de meses a la arquitectura en torno al mundo del motor, probablemente alguien notaría la ausencia de uno de los más importantes fabricantes de Europa, BMW. Desde el punto de vista del patrocinio de la cultura y de la implicación de eventos y patrones creativos en la propia estructura organizativa de la empresa, BMW es una de las marcas ejemplares cuyas actividades son extensas e interesantes desde todo punto de vista. La arquitectura es, como en el caso de otras marcas que ya vimos en aquella serie, un vector importantísimo en la proyección externa de la imagen de la marca, y en BMW saben que este es un aspecto que proyecta imagen y energía tanto hacia el exterior como hacia el interior de la compañía
Ya en 1972, uno de los que hoy son edificios emblemáticos de la marca, el "Four Cylinder Building", fue encargado a un interesante arquitecto austriaco, Karl Schwanzer (1918 - 1975), que creó uno de los edificios más emblemáticos de la alemania de finales de siglo, que años después, en 1999, fue declarado, con todo su entorno, conjunto histórico artístico (algo de lo que en España deberíamos aprender, dicho sea de paso...). El "Four Cylinder" es hasta tal punto un espacio significativo para BMW, que en los últimos años la marca ha invertido una gran cantidad de dinero en la remodelación y adecuación interior para que el espacio albergue desde este mismo verano el museo de la marca de acuerdo a unos estándares adecuados a nuestro tiempo. El edificio de Schwanzer surgió en un auténtico enclave de la historia de la arquitectura, a caballo de un tiempo marcado por una dominante racionalista aunque de cierto corte organicista, y a las puertas de un nuevo camino dominado por el término "hi-tech". Entre el espíritu de la Bauhaus, y la nueva arquitectura ejemplificada por el Centro Pompidou, de Piano y Rogers. Un edificio que a los madrileños les puede recordar, y no por casualidad, a las "Torres Blancas" de Sáenz de Oiza.
En 2002, BMW decidió incorporar un nuevo edificio a sus instalaciones, renovar el espacio central de la planta de Leipzig, y así dotar de un "espacio noble" que represente la nueva época de la marca en nuestros días. Para el se convocó un concurso arquitectónico al que se presentaron relevantes arquitectos como Peter Kulka, pero el ganador final fue la arquitecta Iraqui residente en Londres Zaha Hadid. La diva iraquí es una de las arquitectas de moda, reciente premio Pritzker, con obras en los lugares más relevantes del mundo, de Shangai a Londres, pasando por Barcelona. En la actualidad se encuentra en construcción en Zaragoza el célebre (a la par que polémico y complicado) Pabellón - Puente de la Expo 2008, que dejará un nuevo edificio de alto nivel en la geografía española. La planta de Leipzig es un interesante edificio, muy en la línea de la producción de Hadid, con grandes formas de escala titánica, pero de gran ligereza visual, debido también al uso del cristal y materiales de alta tecnología en la construcción.
A día de hoy, la planta de Leipzig es un emblema de BMW de cara a proyectar la modernidad de la compañía, realizando en ella visitas guiadas y haciendo estandarte de los planes y declaraciones ambientales y de sostenibilidad de la factoría. Al mismo tiempo, hay un esfuerzo importante por parte de BMW por integrar la planta en el entorno social en el que se ubica, estableciendo programas de colaboración con colegios y universidades y ofreciendo a los habitantes de los barrios vecinos su cara más abierta, hasta el punto de que algunos espacios de la fábrica son espacios públicos abiertos a cualquiera como lugares de encuentro.
Más recientemente, BMW va a incorporar a partir del 20 de octubre de este año un nuevo edificio al ramillete de hitos arquitectónicos de su propiedad. Se trata del BMW Welt, el nuevo gran espacio museístico de la marca encargado al estudio Coop Himmelb(l)au para Munich. Un gran museo de referencia para los fan y clientes de la marca, que combina un espacio expositivo con otro comercial para dar lugar a un nuevo "máximo" arquitectónico que incorpora nuevas plusvalías al discurso cultural de la marca.
El compromiso de BMW con la arquitectura no termina en la propia promoción de edificios. En Francia, la marca de Baviera patrocina un concurso de ideas arquitectónicas en colaboración con el Ministerio de Cultura del gobierno francés, que se celebra bienalmente desde 1988. Al concurso se presentan academias y escuelas de arquitectura, con una idea como objetivo diferente en cada año, a las que los concurrentes tienen que presentar hipotéticas soluciones. De todas las presentadas, las seleccionadas son expuestas en una exposición que se celebra cada dos años.
BMW es una de las marcas que, desde más tiempo atrás, tienen un vínculo estrecho y denso con el mundo del arte. Este vínculo no se limita, como en otras, al patrocinio de eventos, sino también a la producción cultural, más allá de los edificios. En los próximos artículos atenderemos a las actividades de BMW en el campo de la pintura, el diseño, la música y el videoarte. Algo que los coloca en una posición respecto al mecenazgo artístico que muy pocos pueden siquiera intentar imitar.

Historia, motor y pintura. Tres lienzos de Jack Vettriano a subasta en Sotheby's


Lo primero que viene a la cabeza al ver cualquier cuadro de Jack Vettriano, escocés nacido en 1951, son las obras de Edward Hopper. Vettriano ha sido considerado en los últimos años, por encima de todo, un creador costumbrista de imágenes pasto de los vendedores de láminas, más que un pintor que aporte nuevas e interesantes propuestas a la historia del arte. Me ahorraré explicar la diferencia esencial entre los criterios del gusto y los de la evolución histórica del arte, porque esta explicación ya la hizo de forma inmejorable el maestro Gombrich en la introducción a su "Historia del Arte". El hecho es que los cuadros de Jack Vettriano, no aportan nada a la historia del arte, y parecen más bien reinterpretaciones y copias de Hopper. Pero eso no quiere decir que no tengan su calidad técnica.
Vettriano gusta de representar escenas que parecen siempre sugerir escenas de obras del cine negro o la literatura del mismo género creada en Estados Unidos en la primera mitad del siglo. Parecen recortes de obras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler o Dalton Trumbo, pero con una latente aunque perceptible carga erótica en muchas ocasiones, revisando una y otra vez el esterotipo de la mujer fatal y el hombre arrogante y seductor.
Ahora, el día 29, Sotheby's hace una subasta en la que salen varios lotes de Jack Vettriano, pero hay tres que nos llaman la atención poderosamente. Se trata de "The Birth of a Dream", "Pendine Beach" y "Bluebird at Bonneville", tres lienzos de Vettriano en los que los coches son protagonistas. Y no unos coches cualquiera. "Pendine Beach" y "Bluebird at Bonneville" están dedicados a algo que es mucho más que un episodio de la historia del automóvil, y pasa a ser un mito del siglo XX especialmente si hablamos del Reino Unido. Los intentos de Malcolm Campbell por batir records de velocidad sobre tierra con sus coches, llamados en serie "Bluebird" (Pájaro azul). En "Pendine Beach", se representa el primer intento de Campbell en Pendine Beach, Gales, con su Sunmbeam, en 1924, donde alcanzó los 233 km/h. "Bluebird at Bonneville", es un lienzo sobre el intento de Campbell en Bonneville, Utah, donde el fascinante y espectacular "Bluebird" alcanzó los 485 km/h con un motor de explosión y transmisión convencional. "Birth of a dream", es más bien una onírica visión del origen de otra mítica marca, Bugatti. En ella, un personaje de espaldas se encuentra pintando un número a un Bugatti T-13 Brescia de 1921 en un garaje. La imagen se sirve del ya conocido pero siempre eficiente truco de incorporarnos a la emoción del momento, colocando a un personaje de espaldas en primer término, como en los ya célebres cuadros del romanticista alemán Kaspar Friedrich. Por otra parte, y pese a ser un motivo coyuntural en la obra de Vettriano, los cuadros con coches encajan muy bien en la tradicional pintura de motor, de la cual puede verse una buena selección en virtualcar.it.
A pesar de la poca incidencia de Vettriano en la pintura de vanguardia, los precios estimados de salida son ciertamente elevados: 100000 - 150000 libras esterlinas para "Birth of a dream", 300000 - 500000 para "Pendine beach", y 400000 a 600000 para "Bluebird at Bonneville" ( 147000 - 220000, 440000 - 736000, y 588000 - 883000 euros respectivamente, lo cual no está nada mal)
La pintura estadonidense del siglo XX, especialmente en los años centrales, está indudablemente marcada por la figura de Edward Hopper. La cultura de Estados Unidos, que a menudo sin reflexionar demasiado nos gusta despreciar desde Europa, es sin embargo un pilar esencial del mundo moderno, y a ella le debemos el crecimiento de la pintura abstracta, el jazz, el rock&roll, algunas de las obras esenciales de la literatura universal contemporánea, el cine como industria, etc... Hopper es uno de los personajes dignos de aparecer en ese particular panteón de las barras y estrellas, por la impactante visión de la sociedad que erogan sus cuadros. Una técnica no demasiado vanguardista da forma, sin embargo, a composiciones inquietantes, perspectivas de aspecto robado, como si el marco del cuadro fuese una ventana desde la que miramos furtivamente sin ser vistos. Figuras sólidas e inmóviles como muebles, y paisajes vacíos, coloridos y luminosos a menudo, pero en los que se palpa la sociedad y el aislamiento.
Las obras de Vettriano, pese a tener un reconocible aire británico, parecen ubicarse en el terreno de esta cultura estadounidense de la primera mitad del siglo XX, y tiende evidentes pasarelas a la imaginería de Hopper. Si a alguno les sobran unos cientos de miles de euros, puede decorarse el salón con un Vettriano original que huele un poco a óleo y otro poco a gasolina.