06 junio 2011

Viaje al centro del Automóvil I. El Museo BMW y el BMW Welt en Munich

Hace 38 años, el 18 de mayo de 1973, BMW inauguraba un espacio que a día de hoy es un emblema de su marca, la torre de los cuatro cilindros y el museo que se encuentra en su base. Apenas dos años más tarde, en 1975, el BMW 3.0 CSL que Hervé Pouláin encargó a Alexander Calder corrió las 24 horas de Le Mans, iniciando la imponente colección BMW Art Cars. BMW afirma en algunas de sus publicaciones que no tiene colección de arte porque tiene los BMW Art Cars. En cambio es uno de los fabricantes de coches más preocupados por la promoción de las artes y su vínculo con los diferentes aspectos de su producto, desde la forma exterior hasta la estrategia de comunicación. Pero si eso ya lo habíamos percibido a través de importantes campañas como "¿Te gusta conducir?", la verdadera medida de la preocupación de BMW por construír una imagen distinguida entre los fabricantes de coches y que ponga un pie en el mundo de la promoción cultural, sólo se tiene al visitar la sede de la marca en Munich y el conjunto que agrupa BMW Museum y BMW Welt junto a la misma.


A caballo del pasado abril y mayo pude visitar el complejo que BMW posee en Munich, que no sólo incluye los espacios ya mencionados sino una enorme superficie con cadenas de producción, talleres y oficinas. El Museo BMW, enclavado junto a las oficinas centrales de la marca en Munich, y junto al imponente BMW Welt, es una de las mejores y más sofisticadas obras de marketing de cualquier fabricante de coches, y gira permanentemente en torno al arte, la cultura y el impacto del automóvil no sólo sobre la industria sino sobre la sociedad de cada tiempo. A un lado de Lercheneuer Strasse, la torre de oficinas de Karl Schwanzer en 1973, a otro el imponente centro de visitantes de Coop Himmel(b)lau de 2007, todo ello formando un ejemplo de arquitectura del poder, pero también de la cultura y de la filantropía. Algo que es uno de los más costosos artefactos de publicidad de un fabricante, pero también uno de los más magníficos.


El BMWWelt es un espacio del máximo interés a la hora de analizar el papel de la cultura y la filantropía en los fabricantes de automóviles. El caso de BMW es particularmente interesante, al ser una empresa familiar (los accionistas mayoritarios pertenecen a la misma familia desde mediados del siglo XX), y al llevar en su propio nombre (Bayerische Motoren Werke) el de la región en la que se asienta, Baviera. De hecho, en algunos eslóganes de la marca se hace referencia explícita al respeto a las dos características esenciales del nombre de la empresa: Estar radicados en Baviera y fabricar motores. El BMW Welt es, en términos convencionales, un gran concesionario de la marca, en cuanto que en él se exponen los modelos más recientes, así como algunas creaciones especiales (durante nuestra estancia en Munich pudimos ver el hilarante BMW M3 PickUp). Pero en la práctica, el BMW Welt es también un centro de día o centro cívico, un auténtico equipamiento público de la ciudad: está abierto desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche, la entrada es gratuíta, tiene zonas de descanso en las que uno se puede sentar sin más propósito que observar los coches, la propia construcción, o el paisaje del
Olympiapark aledaño, y precisamente el hecho de que esté junto al parque y el estadio olímpico de los Juegos de 1972 y el Mundial de Fútbol de 1974 lo integra en una inmensa zona de ocio y esparcimiento de las varias de las que disfruta la capital bávara. Efectivamente, esto es una forma de verlo, ya que alguien podría decir que no hay razón para ir al BMW Welt más allá de conocer los productos de la marca, informarse de sus precios, o comprar recuerdos en las tiendas del centro. Sin embargo, el magnífico y variado programa de actividades que se desarrolla el BMW Welt en torno a la música, el cine, el teatro o el arte son una declaración de principios que muestra que su vocación va más allá de la estrictamente comercial, o en cualquier caso la vocación comercial es mucho más elaborada y compleja que la de un simple concesionario.

El espacio se configura en torno a una calle principal, y pese a que la idea de los arquitectos era crear una "nube en la tierra", la realidad es que esa configuración inicial con una calle central a cuyos lados se encuentran diferentes espacios recuerda nítidamente que estamos en un espacio que tiene que ver con el automóvil. No por casualidad en el interior del BMW Welt hay un espacio para clientes donde recoger sus coches nuevos, que está separado del resto del centro, y al que se puede acceder y salir rodando por una rampa helicoidal que recuerda a la de cualquier aparcamiento, pero también a las de las antiguas utopías en torno a la ciudad del futuro, como el stand de Ford de la Feria Mundial de Nueva York de 1939. Al mismo tiempo, el espacio tiene una gran superficie acristalada, que hace que reciba siempre una gran cantidad de luz del exterior, con lo que se establece una sensación de estar en un lugar abierto y cerrado a la vez que resulta muy natural y ameno, ya que también en el lado sur del mismo se asoman permanentemente los árboles de las estribaciones del Olympiapark y las cubiertas del propio estadio olímpico.


Uno puede salir tranquilamente paseando por la parte alta del BMW Welt, pasando junto al restaurante, salir a la calle y cruzar Lercheneuer Strasse por una pasarela peatonal que le deja a la puerta misma (y sin pisar suelo que no sea "sagrado espacio de la fábrica de motores de Baviera") del otro espacio señalado del complejo BMW en Munich, el Museo BMW.

El Museo BMW es un espacio que, dentro de los museos de los grandes fabricantes alemanes, tiene unas características particulares que lo hacen colocarse a la cabeza en cuanto a la densidad y complejidad de su planteamiento. Por un lado, el hecho de que el proyecto retroceda hasta principios de los años '70, vinculado a la construcción de la entonces nueva sede central de la marca, encargada al alemán Karl Schwanzer, lo coloca entre los primeros casos de la oleada de arquitectura corporativa en el sector del automóvil en el último tramo del siglo XX. En el museo de la marca de Munich se da además una interesante evolución, que es también significativa de la evolución del sector, en el discurso que se ofrece en el museo desde su apertura. Desde 1973 el museo ha tenido varios montajes (1980, 1984, 1991, 2004...) evolucionando todos en torno a la idea del trabajo de la marca, pero es probablemente el actual el que hace un hincapié especial en el sentido de la continuidad en los principios de la marca, en el proceso de creación, en el apartado técnico, y en la difusión cultural, componiendo así un discurso complejo pero nítido en el que se percibe, al salir del museo, el carácter especial de la marca bávara.

No deja de ser signficativo que el primer vehículo que se ve en el Museo BMW sea una moto y el primer motor sea de avión. A lo largo de todo el museo la presencia de los motores es constante, como ellos dicen, haciendo honor al nombre de la marca. Motores humildes de cuatro cilindros, motores imponentes como el V10 del M5, y otros históricos como el fabuloso 1.5 l turbo de los Brabham de Fórmula 1 de los 80, en el que el tamaño del turbo es casi igual que el del bloque entero. En esa larga serie se puede ver la espectacular evolución de la técnica desde 1917 (fecha en la que se fundó la marca) hasta nuestros días. Pero no sólo los motores explican la evolución de BMW. Varios espacios explican el cambio con los años de sus familias de vehículos, y en esas "línea del tiempo" se puede apreciar perfectamente la evolución en el diseño de carrocerías en los últimos 60 años. Desde las berlinas de lujo que han evolucionado desde el Super V8 hasta el serie 7, o la línea que ha llevado desde los primitivos BMW six hasta el actual serie 5, o bien, quizá con la menos espectacular pero más elegante escenografía, la evolución de los roadster desde el 328 de 1936 hasta el actual Z4 pasando por el hermoso 507. Este relato evolutivo de la marca también se refuerza con aspectos como el de la publicidad y el diseño gráfico, que tiene su propia sala en el museo con un recurso expográfico muy sencillo y eficaz que permite comprender la evolución de la publicidad en 90 años, así como con algunos detalles en el diseño de las salas, en las que predomina la luz blanca y los espacios luminosos y un tanto irreales. Los museólogos de la marca tuvieron claro que cada ámbito tenía que transmitir el trabajo de décadas en la misma línea de la fábrica bávara, y eso se percibe claramente en salas como, por ejemplo, la que muestra el chasis del primer coche BMW, el 328, y el nuevo serie 6, para explicar la preocupación constante de la marca por la rigidez y ligereza de sus coches.

Pero quizá el ámbito más atractivo del Museo BMW, o el que explica con mayor nitidez el proceso de fabricación de la identidad de una marca, es precisamente un espacio en el que no se puede estar. La primera sala que se ve el el museo es un lugar al que no se puede acceder y en el que se muestra una escultura cinética creada por Art+Com a partir de una idea de Joe Gilbertson, que ya fue protagonista de un celebrado spot para el BMW serie 5. La escultura se compone de una serie de esferas suspendidas (dicen que 714, pero no me estuve a contar) que suben y bajan como si flotasen en el aire, creando formas, y finalmente componiendo siluetas de modelos de la marca. Una instalación verdaderamente imponente, pero de la que sólo se llega a comprender su importancia hacia el final de la visita. En otra sala justo debajo (pero a bastantes metros lineales de visita) se encuentra un espacio dedicado al diseño de los coches, con el acento en el diseño material. Una maqueta en arcilla de un Serie 1 Coupé se ve rodeada por una enorme cantidad de fotos del proceso de diseño, de los diseñadores debatiendo aspectos del mismo, así como de una maqueta del interior de un coche en la que se ensayan soluciones con materiales etc. Pero el mensaje no se acaba de comprender por completo hasta que no se visita una sala debajo de esta, la sala del tesoro, donde se encuentran diversos Concept Car, como el hermoso Z9 GT (el que derivó en el Serie 6), o una versión aligerada del 328 de los años '30. Es la sala de la materialización, donde las ideas vaporosas y etéreas que hemos visto en la sala superior con la escultura cinética, después de haber pasado por el espacio del proceso creativo, donde se encuentra la maqueta en arcilla, llega a transformarse en el Concept que es el último paso antes del coche final. Las tres salas se unen de un modo terriblemente simbólico y estético: techos y suelos transparentes que hacen que, cuando uno se encuentra junto al Z9 GT, si mira hacia arriba pueda ver el Serie 1 de arcilla, y adivinar, en lo más alto (casi en el cielo) la escultura de Art+Com.

La unión de estos tres espacios justifican por si solos el mensaje y el discurso museológico del gran templo de BMW. La unión de ideas, proceso creativo, y realización material expresados en una floritura arquitectónica de estas características denota que el museo BMW es algo más que una acumulación de coches históricos de la marca.



El complejo de BMW en Munich, se encontraba en los días en que lo visitamos adornado por la más sofisticada y cara guinda que pudieran desear: la colección con los 17 BMW Art cars, los coches intervenidos y decorados por artistas como Calder, Warhol, Liechenstein, Stella o Koons. Pero eso lo contaré en el siguiente post con algo más de calma.

* Enlace a galería de fotos del BMW Welt y BMW Museum

** Gracias a Patricia, Abel y Emilio, porque sin ellos no habría sido posible este maravilloso viaje, y por su infinita paciencia en cada una de nuestras visitas.