23 julio 2010

El coche cabalístico. El automóvil en un fragmento de "El péndulo de Foucault" de Umberto Eco.

Probablemente ninguna lectura me ha impactado tanto jamás como "El Péndulo de Foucault", de Umberto Eco. Quizá porque lo leí, hace ya casi veinte años, en esa edad en la que, como decía un día Elvira Lindo, quizá citando a alguien que ignoro, tiene uno los poros totalmente abiertos a las
lecturas y a los conceptos, y los absorbe y experimenta de un modo que nunca más volverá a hacer. Quizá excitado en aquel momento todavía por la fascinante adaptación de J. J. Annaud de "El nombre de la Rosa", primera novela del maestro Eco, y sin llegar aún a comprender (ni aún hoy) por completo la enorme geografía del conocimiento y el pensamiento a la que los textos del italiano abrían la puerta. Mi iniciación no fue de la mano de "El guardián entre el centeno", ni "Siddartha", ni siquiera "Delta de Venus". Fue con "El péndulo...". Y aún hoy, recién terminado de releer ayer una vez más, sigue ejerciendo sobre mi una fascinación desasosegante. Que, por supuesto, no tiene cabida en las páginas de este blog.

Si releí "El péndulo..." una vez más, fue porque recordaba un pasaje cuyo exotismo y exhibicionista transversalidad parecían destinados a aparecer en este blog en algún momento. Sin que haya una justificación aparente ni necesaria, solo por el mero placer de las reinterpretaciones filosóficas del automóvil y, por qué no decirlo, por reírme de mi mismo un poco a través de la monumental parodia de Eco en este párrafo.

Quizá conviene, para aquellos que no hayan leído nunca el libro, recapitular brevemente para ofrecer una explicación a un texto tan denso y si se quiere desconcertante. En pocas frases, tres
intelectuales que trabajan para una editorial milanesa se ven envueltos en lo que para ellos es un juego: la reconstrucción de un presunto mensaje de los Templarios que, según un desequilibrado
presunto estudioso, era la clave de una futura venganza, de un Plan para conquistar el mundo a lo largo de los siglos posteriores a su disolución ordenada en 1307 por el rey de Francia y el Papa.
Siguiendo la lógica espasmódica de los autores de textos esotéricos que se acercan por la editorial, los protagonistas crean su propio Plan, jugando con la historia y, sobre todo, reinterpretando todo el relato de la humanidad en clave mística y "conspiranóica".

De este modo, se llega a este pasaje, en el que uno de los protagonistas hace una delirante pero creativa interpretación del automóvil en función de uno de los símbolos clave de la tradición cabalística, las Diez Sefirot. Y por eso considero que es tan interesante para traer a este blog este fragmento de la novela. Porque de las muchas interpretaciones y lecturas que del automóvil se han hecho por parte de filósofos, antropólogos o simplemente literatos, a lo largo del siglo XX, quizá esta es la más deliciosamente disparatada. Y muestra dos cosas: por un lado, que la capacidad del hombre para interpretar algo como una cosa totalmente diferente (y sin más relación que la propia interpretación aplicada) es inagotable; y por otro lado, que el automóvil es algo así como la "piedra de toque" del siglo XX, el "Gran Significante", que admite casi cualquier tipo de lectura ya que la densidad de sus connotaciones sociales es difícilmente abarcable. Aparte, los juegos semánticos que Eco trae a este fragmento no dejan de ser divertidos, como la ambivalente utilización del término latino "Fiat" ("hágase"), la aparición del astrólogo y mago Girolamo Cardano, del que hace ya algunos años hablamos aquí, o el hecho, (no puedo evitarlo) de que se refieran a los "sistemas" de motor y tracción trasera como "satánicos", por estar completamente al revés. Sólo así se explica la eterna juventud del Porsche 911... por su pacto estructural con el diablo...

Hacía tiempo que quería traer aquí este fragmento. Ha sido una buena excusa para la relectura de "El péndulo...". Quizá, después de todo, esto no es más que un post autobiográfico, y aún no lo sé ni yo mismo.



  • "Anoche encontré por casualidad un manual para aprender a conducir. Habrá sido la penumbra, o lo que me había dicho usted, pero empecé a sospechar que esas páginas expresaban Algo Distinto ¿Y si el automóvil sólo existiese como metáfora de la creación? Pero no hay que limitarse a lo exterior, o a la ilusión del salpicadero, hay que ser capaz de ver lo que sólo el Artífice ve, lo que hay debajo. Lo que está debajo es como lo que está arriba. Es el árbol de las sêfirot.

  • No me diga.

  • No soy yo quien lo dice. Ello se dice. Ante todo, el árbol motor, como su mismo nombre indica, es un Arbol. Pues bien, calcule, un motor, dos ruedas delanteras, embrague, cambio, dos juntas, diferencial y dos ruedas traseras. Diez articulaciones, como las sefirot.

  • Pero las posiciones no coinciden.

  • ¿Quién lo ha dicho? Diotallevi nos ha explicado que, en ciertas versiones, Tif'eret no era la sexta sino la octava sefirah, y estaba debajo de Nesah y Hod. El mío es el árbol de Belboth, que corresponde a otra tradición.

  • Fiat

  • Pero veamos la dialéctica del Arbol. En lo alto, el Motor, Omnia Movens, del que diremos que es la Fuente Creativa. El Motor comunica su energía creativa a las dos Ruedas Sublimes: la Rueda de la Inteligencia y la Rueda del Saber.

  • Sí, si es un coche de tracción delantera...

  • Lo bueno del árbol de Belboth es que admite opciones metafísicas. Imagen de un cosmos espiritual con tracción delantera, donde el Motor, delante, comunica inmediatamente sus voluntades a las Ruedas Sublimes, mientras que en la versión materialista es imagen de un
    cosmos degradado, en el que un Motor Ultimo imprime Movimiento a las dos Ruedas Infimas: desde el fondo de la emanación cósmica se esparcen las fuerzas inferiores de la materia.

  • ¿Y si el motor y la tracción está atrás?

  • Satánico. Coincidencia de lo Superior y de lo Infimo. Dios se identifica con los movimientos de la materia ordinaria trasera. Dios como aspiración eternamente fracasada a la divinidad. Debe de ser por la Rotura de los Recipientes.

  • ¿No será la rotura de la Cámara del Silenciador?

  • Eso es en los Cosmos Abortados, en los que el soplo venenoso de los Arcontes se dispersa por el Eter Cósmico. Pero no perdamos el hilo. Después del Motor y de las dos Ruedas, viene el Embrague, la sefirah de la Gracia que establece o interrumpe la corriente de Amor
    que vincula al resto del Arbol con la Energía Superna. Un Disco, un mandala que acaricia a otro mandala. De allí el Cofre de la Mutación; o del cambio, como lo llaman los positivistas, y que es el principio del Mal, porque permite a la voluntad humana acelerar o desacelerar el proceso continuo de emanación. Por eso el cambio automático es más caro, porque en ese caso es el Arbol mismo el que decide conforme al Equilibrio Soberano. Después viene una Junta que, admirable casualidad, lleva el nombre de un mago renacentista, Cardano, y después de un Par Cónico; adviértase la oposición con la Tétrada de los Cilindros en el motor, en el que hay una Corona (Keter Menor) que transmite el movimiento a las ruedas terrestres. Y aquí se manifiesta la función de la sefiráh de la Diferencia, o diferencial, que con majestuoso sentido de la Belleza distribuye las fuerzas cósmicas en las dos Ruedas de la Gloria y de la Victoria, que en un cosmos no abortado (de tracción delantera), siguen el movimiento dictado por las Ruedas Sublimes.

  • La lectura es coherente. ¿Y el corazón del Motor, sede del Uno, Corona?

  • Oh, basta leer con ojos de iniciado. El Sumo Motor vive de un movimiento de Aspiración y Descarga. Una compleja respiración divina en la que originariamente las unidades, llamadas Cilindros, (evidente arquetipo geométrico), eran dos, después engendran un tercero, y por último se contemplan y se mueven por mutuo amor en la gloria del cuarto. En esa respiración, en el Primer Cilindro (ninguno de ellos es primero por jerarquía, sino por admirable alternancia de posición y relación), el Pistón (etimología de Pistis Sophia) desciende desde el Punto Muerto Superior hasta el Punto Muerto Inferior, mientras el Cilindro se llena de energía en estado puro. Estoy simplificando, porque aquí entrarían en juego jerarquías angélicas, o Mediadores de la Distribución, que, como dice mi
    manual, "permiten abrir y cerrar las válvulas que comunican el interior de los cilindros con los conductos de aspiración de la mezcla...". La sede interna del Motor sólo puede comunicarse con el resto del cosmos a través de esa mediación, y aquí creo que se revela, quizá, pero no quisiera incurrir en la herejía, la limitación originaria del Uno que, para crear, depende de alguna manera de las Grandes Excéntricas. Habrá que hacer una lectura más atenta del Texto. De todas formas, cuando el Cilindro se llena de Energía, el Pistón vuelve a subir al Punto Muerto Superior y realiza la Compresión Máxima. Es el simsum. Y es entonces cuando acontece la gloria del Big Bang, la Explosión y la Expansión. Salta una chispa, la Mezcla refulge y se inflama: esta es, según el manual, la única Fase Activa del Ciclo. Y que en la Mezcla no vayan a entrar las conchas, las qelippot, gotas de materia impura como agua o Coca Cola, porque entonces no se produce la Expansión, o se produce a tirones abortivos...

  • ¿Shell no querrá decir qelippot? Pero entonces hay que desconfiar. De ahora en adelante sólo Leche de Virgen...

  • Habrá que verificarlo. Podría tratarse de una maquinación de las Siete Hermanas, principios inferiores que quieren controlar la marcha de la Creación... Comoquiera que sea, después de la Expansión se produce el gran escape divino, que los textos más antiguos llaman Descarga. El Piston vuelve a subir hasta el Punto Muerto Superior y expele la materia informe ya quemada. Solo si consuma este acto de purificación puede iniciarse el Nuevo Ciclo. Que, si bien se mira, también coincide con el mecanismo neoplatónico del Exodo y el Parodo, admirable dialéctica del Camino Ascendente y el Camino Descendente.

  • Quantum mortalia pectora caecae noctis habent! ¡Y los hijos de la materia nunca se habían dado cuenta!

  • Por eso los maestros de la Gnosis dicen que no hay que fiarse de los Hilicos sino de los Pneumáticos.

  • Para mañana prepararé una interpretación mística del listín de teléfonos..."