14 junio 2012

Aerodynamics: from Art to Science. Arte, técnica y aerodinámica en el Petersen Museum


Uno de los puntos históricos en los que la distancia entre arte y automóvil se acortó más hasta hacerse casi una sola cosa es el periodo desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Las investigaciones en carrocerías con mínima resistencia al viento corrieron paralelas con las experimentaciones artísticas con la descomposición de la forma en movimiento, desde las pinturas de Balla o Russolo hasta las esculturas de Brancusi o Boccioni. La mirada sobre las formas fluídas de los peces o los pájaros, así como las primitivas investigaciones en aeronáutica hicieron que el abrazo entre arte y técnica fuese casi inevitable. El diseño de carrocerías a partir de maquetas en arcilla, inaugurado por Flaminio Bertoni y seguido por Harley Earl fue uno de los puntos de encuentro que dieron salida a las investigaciones técnicas de Jaray, Ganz, Ledwinka o Porsche.
Ahora el museo Peteresen de Los Angeles dedica una exposición a aquellos coches pioneros de la investigación aerodinámica, algunos de los cuales fueron sólo experimentos que no condujeron a las soluciones que triunfaron. Desde el pionero Rumpler Tropfenwagen hasta el hermoso Bugatti Type 57C Atlantic, pasando por el Alfa Ricotti o el Tatra T87, muchos coches, en ocasiones piezas casi únicas, se adentraron en este campo del diseño aerodinámico.
En la exposición del museo Petersen se encuentran ejemplos de gran belleza y trascendencia. El BMW 328 Mille MIglia de 1940 es uno de los coches más bellos de todos los tiempos. Junto con él, otros ensayos aerodinámicos menos agraciados pero igualmente importantes como el Ford Probe I de 1979. Y por supuesto con la presencia de los más fascinantes prototipos de la era aeroespacial, como el Ghia Gilda de 1955.
La popularización de los diseños aerodinámicos vino propiciada por un cambio sustancial en las características de los coches. El aumento en el rendimiento de los motores hizo a los automóviles cada vez más rápidos, y el encuentro con las altas velocidades puso a los diseñadores e ingenieros por primera vez frente al desafío de reducir la resistencia al viento de los coches. La carrera aeronáutica que paralelamente había arrancado desde el vuelo de los hermanos Wright en 1903 había llevado hasta las líneas comerciales de pasajeros en 1919. Este fue uno de los campos de inspiración, llevado a veces tan al extremo como en el caso de los zepelines. Desde el punto de vista cultural, los coches creados en este periodo son tal vez los más influyentes de la historia del automóvil. Las formas afiladas y fluídas de algunas de estas creaciones se han convertido en iconos intemporales de los bólidos de carreras o de las berlinas con más estilo. Coches como los Auto-Unión o los Mercedes “cazarrécords” diseñados por Porsche atesoran un futurismo eterno, clásico, como las novelas del recientemente fallecido Ray Bradbury. Y no hay que olvidarse que algunos de los hijos de este movimiento son tan populares como el VW Beetle o el Citroën 2CV.
En el Peterse Museum de Los Angeles hasta mayo de 2013.